Interesante!!!

viernes, 16 de mayo de 2008

****Jim Morrison: El juego del chamán

Alumno: Robert Baca Oviedo.
Curso: Teoría literaria VI, profesora: Rosa Núñez, cuarto año de Literatura.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008
Nuestra conciencia –correspondiendo al estilo occidental-
mira principalmente hacia fuera, las cosas internas
quedan sumidas en la oscuridad.

Jung


El hombre ángel
se enfrenta a las serpientes
con manos y dedos
Y ha acabado por reivindicar
esta alma
benévola

Jim Morrison.



Iniciar un viaje hacia el interior de James Douglas Morrison desde una perspectiva hasta ahora quizás no abordada, es un trabajo que tratará de romper ciertas máscaras con las que el vocalista de The Doors se dio a conocer en el mundo de la música y en la sociedad norteamericana en general. La pretensión de nuevas propuestas en lo respecta a los instrumentos musicales y la innovadora distribución de los elementos escenográficos no sólo ha sido tema para que este grupo haya sobrevivido a la posteridad; la primera voz de la banda se convirtió para el otro en un producto mercantil que nos plantea el sistema, el ídolo musical, en esa especie de modelo que la masa se empecina a seguir. Pero a esta valoración se le adjuntó otro sentido más dejándosele encasillar en lo que se percibió a simple vista: una vida desbordante de escándalos donde todos los excesos forman parte de la cotidianidad del artista musical de la década de los setentas. Algunos críticos han obviado, entonces, aprehender el objeto variando de perspectiva, olvidando interactuar con elementos que les parecieron irrelevantes. El material simbólico recogido para este análisis psicocrítico es un conjunto de poemarios[1] publicados paralelamente a su trabajo discográfico. Aspiramos, de esta manera, a la importancia que tiene el texto literario dentro del campo psicoanalítico y cómo a través de éste el artista manifiesta contenidos de su naturaleza interna que no podrían ser previstos por los rasgos de su biografía.[2] Junto con algunos aspectos biográficos que nos ayudará a comprender ciertos detalles de su comportamiento dentro del entorno social trataremos de dar conocer cómo las categorías jungianas[3] se movilizaban de forma dinámica dentro de la psique de Jim Morrison.



Para el hombre la creación de juego como categoría vital primaria va relacionada con la determinación de reglas. Éstas permiten crear un espacio delimitado donde la actividad lúdica discurre al mismo tiempo que comienza a conocer su situación dentro del cosmos. A partir del juego el hombre desarrolla su capacidad creadora, transforma su realidad a partir de sus sentidos ajustándola a sus necesidades, a sus criterios de supervivencia. Entonces el lenguaje como actividad lúdica esta relacionada con la creación de las primeras sociedades. El hombre establece reglas para permanecer en armonía con el otro, para generar un equilibrio entre su instinto y su relación con los demás y con el mundo. Así el culto por lo sagrado se ve relacionado con el mito, las imágenes fantásticas que explican nuestra comunión con el universo se ven teñidas por una reproducción deliberada de nuestra imaginación. O como diría Huizinga al momento explicar a su Homo Ludens:
“la comunidad primitiva realizaba prácticas sagradas, que le sirven para asegurar la salud del mundo, con sus consagraciones, sus sacrificios y sus misterios, en un puro juego, en el sentido verdadero del vocablo.”[4]

Las sociedades humanas en proceso único de evolución tienen una base en estas reglas que partieron en un principio como simple juego. La realidad comprendida desde el punto de vista del hombre es un espacio sagrado, un escenario donde cada personaje representa el papel que se le asigna cumpliéndolo con seriedad, pero estas reglas pueden ser violables siempre y cuando no desconfigure las estructura del juego. El tramposo, entonces, puede romper reglas, pero no el mundo mismo. Es como romper las leyes naturales que nos rigen. Pero estas sociedades no son regidas por una enorme estructura de leyes sino que son la conglomeración de minúsculas sociedades, donde cada conforma sus propias reglas, como millones de cajas chinas, una dentro de otras hasta el infinito. Así creamos espacios sagrados donde interactuamos asumiendo la máscara que pide las leyes del juego dado: somos cristianos dentro de una iglesia, somos el comprador dentro de un mercado donde hay más compradores y vendedores, o somos los espectadores de un concierto y tenemos adelante nuestro a una banda de blues donde el vocalista canta un sueño que tuvo:
“The killer awoke before down. He put his boots on. He took the face from the ancient gallery and the walked on down the hall. He went into the room where his sister lived and then, he paid a visit to his brother and then, he walked on down the hall and he came to a door and he looked inside. Father? Yes son? I want to kill you. Mother? I want to fuck you all night, baby.”[5]

El inconciente de Jim Morrison presintió este principio supralógico del Hommo Ludens. El escenario donde llevaba a cabo los conciertos era también un espacio sagrado, un mundo con sus propias leyes, un juego donde él y su grupo imponían sus propias reglas a la par que el público las asumía como suyas, leyes que implican un nuevo ordenamiento natural de las cosas, leyes donde las que se respetan fuera de ese lugar ahora pueden ser revertidas, obviadas, anuladas con: “Father? (…) I want to kill you”. De esta manera se creó un círculo donde se desarrollaron sociedades alternas a la hegemónica como pequeñas tribus solidificadas con sus principios primitivos. Pero también intuyó a la vez que el ser humano dentro de la sociedad usaba máscaras para ser aceptado por el otro: “[persona] es un término que realmente se presta porque (…) significa originalmente máscara que llevaba en el escenario el actor y que caracterizaba el papel desempeñado.[6] Jung construye el concepto de persona como una máscara que aparenta individualidad a momento de entrar en contacto con el otro, pero no es más que un papel representado donde el que verdaderamente habla es el inconciente colectivo que se comunica a través de manifestaciones simbólicas del individuo. La máscara en la letra de Morrison es, además de la persona “una concepción primitiva que sólo puede corresponder a una constitución espiritual arcaica[7]. Es un juego de relaciones entre el individuo y la sociedad que se conectan desde sus inicios. La persona de Jim dentro de un escenario es la máscara de una psique colectiva, de una generación que pedía a gritos el regreso del contacto equilibrante con el universo. El hombre había dejado de lado su carácter natural, era necesario recuperarla cuanto antes: he ahí el despojo de la ropa, el crecimiento de las barbas como cuestionamiento de las convenciones sociales, he ahí la necesidad un espacio nuevo donde la tribu se avoque a sus antiguos ritos, pero para esto el inconciente colectivo se necesita una voz guía que concilie entre ellos y el mundo: El chamán: “He took the face from the ancient gallery and he walked on down the hall”.

Esta dicotomía de Chamán-tribu no se llegó a desarrollar solamente en los escenarios de los conciertos en los que se presentaron durante la época de los setenta, sino que trasladó esta función lúdica a otros campos. A finales de 1964 estudia cinematografía en la UCLA[8], donde junto con un compañero John Debella plantea el papel del chamán dentro de la psicología de masas: “Chamanismo -dice John-. Junto con Jim estábamos metidos en el chamanismo: el poeta inspirado. Parte de la vaga filosofía de los estudiantes de cine de la UCLA era difuminar la distinción entre los sueños y la realidad.”[9] Al finalizar el primer año Jim presenta un proyecto de cine que se encontraba instaurado dentro del sílabo del curso: el cortometraje tenía como hilo conductor de la historia, imágenes de danzas indias donde el Chamán provocaba histeria colectiva a través de sus visiones, mientras él desde el filo de un edificio citaba una frase de Nietzsche: “Las grandes cosas deben ponerse primero máscaras aterradoras, para que puedan grabarse en el corazón de la humanidad”.
Jim Morrison al poseer este amplio conocimiento del Chamán, abarca campos que tratan armonizar entre su inconciente individual y su yo conciente. El primero ha empezado a manifestar su superioridad frente a los demás, él como Prometeo ha robado el fuego de los dioses: “todo este material, añadido la conciencia, da como resultado un gran ensanchamiento del horizonte, un profundo conocimiento de sí mismo, al que deberíamos adjudicar la facultad de ser modesto al hombre y de humanizarlo mejor que cualquier otro factor.”[10] El lado lúdico siente crecer dentro sí su capacidad creadora, siente que madura. Este hombre colectivo ha empecinado en poblar su conocimiento hacia la humanidad renunciando quizá a sacrificar su dicha humana y a todo lo que le da sentido y forma al hombre común de su sociedad. Jim ha comenzado a desdeñar su lado humano para potenciar su lado creativo: “Lo humano se sacrifica y se desangra en el artista, no pocas veces para alimentar la parte creadora.”[11]
Los poemas de Jim Morrison dan a conocer este estado del artista una constante dualidad entre estos dos mundos el individual y el colectivo. Y cómo estos luchan entre sí para, a veces, liberarse el uno del otro. Pero antes de tocar el punto. Quisiera comenzar con un poema que podría explicar cómo en Jim Morrison se da una identificación y un aferramiento a los valores enterrados en la psique colectiva:
Mira donde celebramos nuestro culto. Todos vivimos en ciudad. La ciudad forma –a veces física, pero psíquicamente a la fuerza- un círculo. Un juego.”[12]
Según Jung cuando los contenidos inconcientes llegan a la conciencia, ésta puede ser perjudicial para el individuo: puede pasar por diferentes etapas desde a una esquizofrenia hasta llegar asimilarlo como suyos o simplemente crear seres estrafalarios que puedan pertenecer a un orden poseedores de poder que sólo les es dado a ellos, privándolos de sus propios deseos: “el inconciente no sabe sólo desear, sino sabe abolir de nuevo nuestros propios deseos.[13] Las manifestaciones del inconciente de Morrison lo asimilaron hasta tal punto que él y el público llegaron a creer necesario su plan reivindicador del mundo. La función de profeta se inmiscuyó en la necesidad que este público le exigía traspasar toda la estructura del juego que se daba en los conciertos hasta a las estructuras de la ciudad. El inconciente colectivo pedía, ahora, transpolar a otros juegos la misma máscara, El chamán debía dirigirse a la ciudad. La venida del massmedia contribuyó a que la sociedad devorara la imagen del ídolo, que lo viera como la imagen sexual creadora y cuestionadora de la época, un pequeño dios de barro que al adorarle éste difuminaba la realidad que no querían representar; esa realidad de Vietman, de la guerra fría: “pues cuanto mayor es el número de individuos que se juntan, tanto más se destruyen los factores individuales y por ende también la moralidad basada totalmente en la sensibilidad moral del individuo y en la libertad imprescindible para la misma.”[14] El chamán ha olvidado que la ciudad tiene varios círculos, varios centros con reglas distintas. Ha olvidado que la única manera de escapar de la realidad es creando millones de circunferencias llameantes dentro de la gran esfera con simultáneos centros.

Para 1970, Jim Morrison publica un poemario Llamado “La Celebración del lagarto” donde algunas imágenes se muestran como reflexiones de antiguas manifestaciones individuales de su inconciente, narra la historia desde un presente donde ya tiene un conocimiento total del sí-mismo. Prepara el regreso del Chamán, pero siendo conciente del motivo de su alejamiento de la tribu y cómo la locura lo ayudó encontrar esta armonía consigo mismo, la reparación de su alma rota. Postula el retraimiento de la sociedad como la única manera de resaltar sus valores individuales, abandonar su entorno huir hacia su interior dejando que lo domine, es la única salida para no sumirse al inconciente colectivo: “I am the Lizzard King. I can do anything”. La sociedad es un mounstro que puede devorarlo, una bestia que si se deja tragar puede anular su verdadero yo: “lobos en las calles y perros vagabundos/ en celo, rabiosos, que echan espuma por la boca./ Una fiera enjaulada en el corazón de la ciudad/ el cuerpo de su madre/ se pudre en suelo estival/ Él huyo de la ciudad.” Reflexiona sobre la sociedad como un caos donde él forma parte de sus estructuras. Pero ahora ha de dejar de ser un simple espectador para convertirse en un actante; en la fantasía de la ficción literaria él Chamán ha decidido alejarse de su tribu para limpiarse el corazón, el alma de los atributos banales de su pueblo: “se dirigió al sur y cruzó la frontera/ Abandonó el caos y el desorden/ les dio la espalda”. La madre ya no es el objeto del dominio contemplativo con la que puede tener un acercamiento carnal, la madre muerta representa ahora la violación del orden lúdico que se planteó anteriormente en el pasaje de The end, se ha destruido el mundo del juego. Sin leyes que el Chamán ya no pueda instaurar, es mejor huir del él y su función dentro de su tribu. Inicio de la manifestación inconciente individual: “viene hacia aquí/ no puedo vivir cada siglo de sus lentos movimientos/ dejo deslizar mi me mejilla/ por las frescas y suaves baldosas/ sentir el contacto de la sangre fría y viva/ los suaves silbidos de las serpientes de lluvia.” Ha limpiado con la naturaleza las máculas que le dejó el ser humano, la corrupción de su alma entre la multitud se la lleva las serpientes de lluvia, lo no hombre, lo colectivo. Dentro de la cosmogonía cristiana la serpiente, representa la antagonía del dios bondadoso, el rey de las sombras. El lado oscuro de la creación, el guardián del pecado: “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás[15]. Así la máscara de la serpiente se ha apoderado de Jim, es una manifestación simbólica de lo individual, de lo prohibido en el ordenamiento del mundo. Porque al tener ese desligamiento con el padre que representa la sociedad, ahora puede hacer lo que su inconciente mande: Es el rey Lagarto y puede hacerlo todo[16]. El chamán de alguna forma ha llamado a sus antiguos divinidades para que lo purifiquen: “se trata de una imagen primitiva y genuina de la divinidad, surgida en el inconciente de una persona moderna y productora de efecto vivo".[17] Para Jung, esta imagen primitiva se presenta en el individuo a través de las fantasías. El carácter etimológico de la serpiente ha de ser desconocido para Morrison a primera vista, pero según se tiene entendido al estudiar éste chamanismo hubo de tener bastante relación con el conocimiento de los reptiles como simbología de alguna divinidad india o al menos sobrentender las categorías cristianas a través de la criptomnesia.[18]

Como habíamos dicho el Chamán está narrando su proceso de alejamiento de la tribu y lo que sucedió en su etapa curativa, desde un presente que se implica en el poemario: “antaño tenía un juego inocente/ me gustaba arrastrame por el interior de mi cerebro/ creo que conoces a ese juego al que me refiero/ me refiero a ese juego llamado volverse loco”. La locura tiene aquí un carácter de renuncia a todo tipo de relaciones con el otro. Pero parte de un manera conciente, pasa por un proceso de rechazar el mundo que lo rodea para comunicarse con su mundo interior, y luego descarga todos los contenidos inconcientes que se acumulaban y no eran expulsados concientemente. A sus inicios se da un proceso de “individualismo [que para Jung significa] una acentuación de la supuesta singularidad, en contraposición a miramientos y obligaciones colectivas”. El juego, y sobre todo el juego de la locura son estados concientes e inconcientes a la vez, donde la reclusión trae consigo consecuencias aislantes y nada aceptables para su entorno. Jim Morrison acentúa su adicción desmesurada al sexo, drogas y alcohol en esta etapa su vida. Estos excesos son manifestaciones del inconciente, se presentan como actos subversivos contra una presión moral de una sociedad protestante que categorizaba todo acto bajo las calificaciones de una correcta integración social o de lo contrario un rechazo al individuo: “Sin embargo, Jim había empezado a despreciar a sus seguidores. Llevaba meses escupiendo al público (o a la imagen que éste sentía de él) y emborrachándose tanto que en las actuaciones solían sentirse”.[19] Pero el acompañamiento de alucinógenos en su cotidianeidad formaba parte de la filosofía del Chamán la cual éste compartía: “Relájate, estamos abriéndonos paso hacia el otro lado. / Retrocedemos hasta lo más profundo del cerebro/ retrocedemos más allá de mi dolor/ donde no llueve jamás”. Sus planteamientos llegaron a coincidir con algunas tesis de Octavio Paz. Aunque los dos abordaron el tema de la comunión con el mundo de maneras muy distintas y con fines totalmente antagónicos, el valor reside que ambos conciben al poeta como un chamán como un mediador entre el universo y el hombre, un ser incomprendido por la sociedad que lo ignora: “la sociedad moderna no puede perdonar a la poesía su naturaleza: le parece sacrílega. Y aunque esta se disfrace, acepte comulgar en el mismo altar común y luego justifique con toda clase de razones su embriaguez, la conciencia social la reprobará siempre como un extravío o como una locura peligrosa. El poeta tiende a participar en el absoluto como el místico; y tiende a expresarlo, como la liturgia y la fiesta religiosa. Esta pretensión lo convierte en un ser peligroso, pues su actividad no beneficia a la sociedad.”[20]
Tras toda la etapa de dominio que ejerce el inconciente sobre el conciente, el individuo ha de correr el peligro que sus intereses primarios con la colectividad se queden dispersos sin poder entrar en el conciente. Jung plantea que la única manera de destruir esta etapa egoísta es conociéndose a sí mismo a través de la conversión del individuo, es decir, la individuación[21]. Con esto no se quiere decir que el hombre esté cayendo en otra etapa de egoísmo sino que busca la plenitud de su peculiaridad, esto difiere enormemente del primero: “la finalidad de la individuación no es otra cosa que liberar el sí mismo, por un lado de los envoltorios postizos de la persona y, por otro, del poder sugestivo de las imágenes inconcientes.”[22] El chamán del poemario es conciente que después de sumergirse en sus más profundos laberintos, de explorar espacios que sin su inconciente no habría podido contemplar su verdadera condición frente al mundo: “durante siete años viví/ en el disoluto palacio del exilio/ y jugué a extraños juegos/ con las chicas de las islas”. O como lo diría en una entrevista que dio en 1969 en Los Ángeles: “Digamos que estaba probando los límites de la realidad. Tenía curiosidad por ver que pasaría. Eso era todo: simple curiosidad.” [23] En la última etapa de “La celebración del Lagarto” Jim Morrison ha demostrado sobrevivir a los conflictos que suele desencadenar el desequilibrio entre estas dos potencias. Ahora está dispuesto a ingresar al anillo de fuego, esta listo para comunicarse con su aldea que ha dejado hace años, ha pactar otra vez la comunicación con la tierra para que su tribu se cure: “Ahora he regresado/ al país del justo, del fuerte y del sabio./ Hermanos y hermanas del pálido bosque/ Oh, hijos de la noche/ ¿Quién entre vosotros se unirá a la caza? Ahí está la noche con su púrpura legión./ Regresad a vuestras tiendas, a vuestros sueños./ Mañana entraremos en la ciudad donde nací./ Quiero estar preparado". Pero el conocimiento de su individualidad es demasiado tarde para poder curar a la tribu. Al Chamán se le ha otorgado otra visión: “el hombre promedio, único tipo reconocido por la sociedad tiene que dedicar su cabeza a un sola cosa, para poder producir el trabajo que valga.”[24] Jim al conocerse a sí mismo sabe que la humanidad está aún en un estado infantil donde los hombres necesitan aún de la autoridad, la dirección y la ley. Sólo muy pocos están llamados para ejecutar este trabajo. Ellos no han de tomar esta tarea, sino es por una necesidad interna o como el mismo Jung diría: “Muchos son los llamados, muy pocos los elegidos”. Para Jung con el fin de la individuación se alcanza la sensación del sí-mismo, es algo que se ha conseguido muy lentamente y se hizo experimentable mediante esfuerzos y fatigas donde el yo no conforma un súbdito, es una máscara que gira alrededor ella. Jim Morrison experimentó estas extenuaciones para poder llegar conocerse a sí mismo “le toce el muslo y la muerte me sonrió”.[25] Entonces el sí-mismo como conformación total del ser, sólo es posible ser sentida[26] con la muerte: “el sí mismo es también el fin de la vida, es la más completa expresión de esa combinación del destino, que se llama individuo, y no solo le es el del individuo aislado, sino de todo un grupo en que uno completa al otro hasta obtener la imagen acabada.”[27]

Jim Morrison en el último año de su vida presintió las sospechas de Jung. De Alguna manera rechazó volver a ser el chamán del público. Su retiro de los escenarios hizo prever, que el Chamán se había consolidado una nueva comunión mucho más globalizante: Jim tenía un aspecto más saludable que el habitual. Se había afeitado y había adelgazado un poco, y de vestuario también se notaba. Ahora llevaba camisas abrochadas, pantalones de color caqui y jersey de pico. Las botas Frey, gastadas y casi podridas, seguían aún con él.[28] Estaba a punto de crear un solo círculo armónico del que hablaba Jung: La humanidad y él mismo conformarían un solo equilibrio: la verdadera comunión con el inconciente colectivo. Esto sólo lo habría de ofrecer la poesía. Entonces se transformó en presagio a través de sus poemas: “Nos esperan para llevarnos/ al jardín divino/ ¿conoces la palidez y el impúdico temblor de la muerte?” Jim Morrison al poseer la dualidad del artista, su proceso impersonal, lo llevó a sacrificarse de alguna manera sobre los demás. Él previó la relación chamán-tribu que se realizaban en los teatros o en los estadios no era suficiente, tuvo que sacrificar su máscara para otorgarse una más totalizante. Su hecho creador se apoderó de él para dar a conocer a través de su cuerpo la obra artística que revelaba los secretos omnipotentes del inconciente colectivo. Esta máscara perdura hasta hoy como el rostro de una generación que exigía una respuesta y mostraba su temor ante la venida de nuevos paradigmas. Esta máscara ha quedado impregnada en los registros de los conciertos que se dieron en todo los EE.UU. y Europa; sobre todo en los poemas de un personaje que se convirtió en imagen de toda una generación contradictoria y conflictuada.


[1]Celebration of The Lizard y American Prayer son publicados a en 1969 y 1970 respectivamente, teniendo muy poca acogida por el público y nulo interés por la crítica de la época.
[2] Con este comentario no desdeñamos la objetividad de información que nos puedan prestar los datos biográficos. Tampoco la consideramos fundamental para un análisis post-mortum de un individuo a psicoanalizar, sino más bien creemos que su valor reside en su carácter complementario y contextualizante que nos brinda al momento de abordar el texto literario, es imprescindible tomar a estos dos datos como una dualidad que nos forma una sola visión.
[3] Dr. Carl Gustav.Jung. Suiza, (1875-1961). Aborda al individuo y su relación con la colectividad. Sus trabajos antropológicos, de religiones de diferentes tribus africanas y ocultismo lo llevaron a ahondar en investigaciones sobre la demencia precoz y la teoría de los complejos.
[4] J. Huizinga. Homo Ludens, El Juego y La Cultura.1939. Pág. 19.
[5] El asesino se levantó antes del amanecer/ se puso las botas/ tomó una máscara de la antigua galería/ y atravesó el pasillo/ fue a la habitación donde estaba su hermana y luego/fue a ver a su hermano y luego/siguió pasillo arriba/ y llegó a un puerta y miró al interior/ ¿Padre? ¿Sí, hijo? Quiero matarte/ ¿Madre? Quiero follarte toda la noche, baby. Extraído del single The end de The Doors.
[6] Carl Gustav Jung. El yo y lo Inconciente.1936, pág. 95.
[7] Para Jung el sueño tiene un carácter heurístico o explicativo. Al tomarlo como producto directo de la psique se tiene que esperar de él algún indicio que pueda revelarnos pistas que expliquen su proceso anímico: en este caso la necesidad de equilibrio entre individuo y sociedad se ve representada por el momento en que el sujeto asume un nuevo papel al colocarse el antifaz, no hay que olvidar que en la antigüedad la palabra personae significaba máscara.
[8] UCLA (University College of The Angeles): Universidad de los ángeles.
[9] Jerry Hopkins y Daniel Sugerman. Jim Morrison, De Aquí Nadie Sale Vivo. 1996, pág. 56.
[10] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 59.
[11] Carl Gustav Jung Psicología y Poesía. Págs. 349-350.
[12] Jim Morrison, el estracto pertenece al poema número I (pág. 06) de Los Señores está dentro una compilación titulada Jim Morrison, Una plegaria Americana y Otros poemas.
[13] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 109.
[14] Jung plantea que el menosprecio que se tiene a la individualidad, significa una asfixia a ser aislado. Además si se llega concretar la fase de fusión entre la Psique colectiva y la individual, ésta ha de tener consecuencias graves como el querer imponer a los demás pretensiones de su propio inconciente, ya que la psique colectiva siempre trae consigo una validez universal que traspasa por la psique general heterogénea.
[15] Génesis 2. 15-17.
[16] I am The lizzard king, I can do anything.
[17] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 60.
[18] Criptomnesia: Término aculado por Jung, reminiscencia inconciente de algún pensamiento leído alguna vez en cualquier sitio por el artista.
[19] Jerry Hopkins y Daniel Sugerman. 1996, Pág. 167.
[20] Octavio Paz. Las Peras del Olmo. 1957. pág. 100.
[21] Esta individuación significa un cumplimiento mejor dentro y más completo de los destinos del hombre.
[22] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 127.
[23] Jerry Hopkins y Daniel Sugerman. 1996, Pág. 231.
[24] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 225.
[25] Los últimos versos que se presentan a partir de éste son pertenecientes a “Una Plegaria americana”.
[26] Al referirse con el término sensación Jung afirma que ésta es el único medio de caracterizar el modo de sensación del yo con el sí-mismo.
[27] Carl Gustav Jung, 1939. Pág. 227.
[28] Jerry Hopkins y Daniel Sugerman. 1996, Pág. 316.
Bibliografía
HOPKINS, Jerry y Sugerman, Dannys. Jim Morrison De Aquí Nadie Sale Vivo, 1996. Celeste Ediciones. Título original: No One Here Gets Out Alive, 1980.

JUNG, Carl Gustav. El Yo Y Lo Inconciente, 1939. Luis Miracle, Editor. Título original: Die Beziehungen Zwischen Dem Ich Und Dem Unbewussten.

JUNG, Carl Gustav. Psicología y Poesía, 1930. Fondo De Cultura Económica. Título original: Psychologie und Dichtung, 1930.

MORRISON, Jim. Una Plegaria Americana y Otros Poemas, 1999. Plaza & Janés Editores S. A. Título Original: An American Prayer, 1970. Edición Privada.

STONE, Oliver. The Doors, 1991. Studio Canal Image.

PAZ, Octavio. Las Peras Del Olmo, 1957. Editorial Origen.
La Santa Biblia, 1965. La Editorial Católica de La Universidad De Salamanca.

miércoles, 14 de mayo de 2008

****¡Y la vida sigue! ¡Si la condena es eterna! (Aproximación psicoanalítica de la vida de Arthur Rimbaud)

Alumno: Jorge Alejandro Vargas Prado.
Curso: Teoría literaria VI, profesora: Rosa Núñez, cuarto año de Literatura.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008



y vagábamos, alimentados con el vino de las cavernas
y el bizcocho del camino,
yo apremiado por encontrar el lugar y la fórmula.
Arthur Rimbaud.



La sensación más desesperante de toda su existencia.
¿Puede recordar cómo se ha sentido frente a aquello? Cómo es capaz el corazón de convertirse en un ardiente agujero que lo desecha todo a través del desagüe del mundo, cómo es capaz de transformarse en un enorme cincel pesado y al rojo vivo sobre el pecho.
Si Usted es capaz de recordarlo, leer este texto resultará muchísimo más productivo y talvez termine hasta encontrando algunas respuestas para su propia vida.

Jean-Arthur Rimbaud fue quien me abrió de manera explosiva la posibilidad del placer infinito de las palabras. Es algo completamente especial, pues pude leer su poesía justo cuando yo tenía la edad en la que escribió, cuando yo compartía algo tangible con él. Cuando mi corazón era más de algodón acaramelado que ahora, cuando me crecían con razón y causa natural flores de los pies, cuando parecía observar el mundo desde una altísima catedral hecha de un caramelo transparente y brillante. Cuando aún quedaban en el bolsillo muchísimas primeras-veces por gastar.
He tenido que leer algunos libros para complementar lo que la vida me había enseñado sobre Rimbaud, y al hacerlo (confieso que antes de comenzar mi trabajo no sabía como dirigir mi óptica psicoanalista) me percaté de una extraña cosa: Rimbaud fue atacado durante toda su existencia por un extraño y terrible aburrimiento, una angustia sin límites que lo empujaba a buscar alguna cosa que, supongo, ni él mismo entendía. Existía en él un deseo enfermizo por descubrir algo, por llenar algún vacío. En este trabajo caprichoso y todavía adolescente intentaré una aproximación psicoanalítica a Rimbaud con la intensión de hechas luces sobre esa extraña desesperación que lo persiguió toda su vida.


I
Para mí es claro: lo que Rimbaud busca durante toda su vida es resarcir el sentimiento que provoca el “objeto perdido” (teoría postulada por Melanie Klein) en las primeras etapas de le vida.
Rimbaud fue, en físico y mente, terriblemente precoz. Según su cuñado Paterne Berrichon, Rimbaud habría nacido con los ojos completamente abiertos y ante un descuido de la enfermera, que lo puso en un cojín sobre el piso para solucionar unos asuntos, comenzó a gatear; luego a los ocho meses ya podía caminar sin ayuda. Si Rimbaud era ya capaz de semejantes proezas físicas es casi lógico que las proezas mentales hayan estado ya presentes; por eso me atrevo a proponer que el proceso de la fase esquizo-paranoide (donde en el bebé hay la incapacidad de reconocer a las personas “como objetos totales”, sino que las reconoce como “objetos parciales”, esta percepción es primordial en la relación con la madre, pues se le reconoce como un “seno bueno” que le da placer y amor cuando es alimentado y un “seno malo” que le provoca temor proyectivo y deseos de atacarla) a la fase depresiva (ambas imágenes se unen, el bebé reconoce a las demás personas como reales y completas reconociendo así la ambivalencia del mundo y su propia ambivalencia, siente que ha destruido el objeto amado en la fantasía, ello le acarrea una culpabilidad y una necesidad de reparar el “objeto perdido”) en Rimbaud se adelantó muchísimo. Supongo también que Rimbaud niño no creyó mucho en su capacidad de reparación, lo que le causó la sensación de haber perdido el objeto amado irremediablemente, entonces reaccionó con mecanismos de defensa del tipo maníaco, quizás: negación de la realidad psíquica, idealización y sobretodo omnipotencia. Considero que esta sensación de imposibilidad en reparar el objeto perdido, esa culpabilidad la va a arrastrar durante toda su vida y va a hacer la causa, el motor de la mayoría de sus actos.
Melanie Klein también postula que la creatividad está claramente vinculada a esa “reparación” del objeto perdido y que todo producto creativo es una re-creación del objeto destruido del mundo interior. Este sería entonces la razón del acercamiento tan precoz de Rimbaud a la poesía. Podría reforzar esta idea Hanna Segal quien plantea que la clave para la formación de una personalidad creativa es la gran precocidad vivencial y el sentimiento de omnipotencia infantil.


II
Ahora centrémonos en la relación de Rimbaud con sus padres.
Rimbaud tuvo un padre militar que abandona el hogar cuando tenía seis años. Poseía un humor bastante cargado, una inestabilidad enfermiza y era también bastante violento.
Su madre también era realmente neurótica. Una palabra es baúl para su genio: frialdad. Se dice que nunca se le vio sonreír. Era temiblemente estricta, severa y autoritaria además de excesivamente meticulosa con el dinero. Cuando Rimbaud comienza a mostrar signos de independencia ella ejerce una horrenda tiranía, por eso se explica que la primera rebeldía por la que Rimbaud luchara fuera contra su familia, contra su madre.
Sobre esto podríamos precisar más puntos. Resulta casi obvio que Rimbaud heredara biológicamente algún tipo de neurosis de sus progenitores. Además, Janine Chasseguet-Smirgel nos dice que muchas de las madres de los creadores han ejercido un control absoluto cuando éstos eran bebés lo que produce gran agresividad y un deseo de dominio objetal, lo que causa un Yo débil y por lo tanto su creatividad se convierte en un intento de auto-reparación, caso que pudo haberse dado también en Rimbaud.
Cuando niño Rimbaud gustaba de buscar la soledad para poder contemplar durante mucho tiempo, muy detenidamente el mundo que lo rodeaba. Su amigo Ernest Delahaye cuenta que tuvo una imagen muy fuerte de Rimbaud en el colegio: él oculto en un bote amarrado a la orilla del río “contemplando largamente, deliciosamente, el agua agitada y chispeante, las hierbas arrancadas, los despojos que pasaban, los vellones ahogados, semidesaparecidos, formas y colores cambiantes, indecisos, misteriosos”[1] fue que tras esta empatía con su medio la poesía va a surgir. Según Susan K. Deri las personas creadoras tienen una especie de romance con el mundo, existe una comunicación fluida entre el mundo interno y el externo del artista que es posible gracias a la independencia afectiva con respecto al cuidado de sus padres pero sobre todo a la falta de fijación con la madre.

III
En el colegio, Rimbaud destacó brillantemente. No sólo era muy brillante en los cursos, sino que también efectuaba el papel de jefe frente a sus compañeros, talvez desempeñaba el rol que en su familia le fue negado. Su deseo fue siempre ser el primero, sobresalir de los demás, diferenciarse de los demás; esta intuición de ser realmente diferente se puede expresar con lo que escribe por esas épocas “Esos poetas no son de esta tierra, déjenlos vivir su vida extraña, déjenlos tener frío y hambre, déjenlos correr, amar y cantar. Son tan ricos como Jacques Coeur, todos esos niños locos, pues tienen el alma llena de rimas, de rimas que ríen y que lloran, que nos hacen reír y llorar”[2] sobre esto Otto Rank nos dice que en las personas creadoras se ocasiona un conflicto, una contradicción (Rimbaud es casi sinónimo de contradicción): él dice que el origen del proceso creativo está en una culpabilidad no resuelta del autor, postula que esta culpabilidad se explica por una “diferencia individual” que tienen los artistas con el resto de las personas, pero esto acarrea un nuevo conflicto: se sienten superiores pero a la vez inferiores, la balanza se inclina dependiendo de cómo se califica su obra. Muestra de esta dualidad podríamos mencionar el miedo e inseguridad que siente Rimbaud antes de partir a París, bajo la posibilidad de encontrarse con gente de las altas sociedades que criticarían sus maneras extrañas. Esta desazón identitaria, por darle un nombre, también se explicará luego por el deseo de reconocerse como proveniente de una raza inferior, además del apego cariñoso que sentirá hacia los excluidos sociales y, mucho después, por los africanos y orientales, todos de rasgos exóticos, costumbres y sentimientos bastante distintos a los suyos.
Su infancia termina y la búsqueda del objeto perdido cambia de rumbo por una razón: se desata la guerra franco-prusiana, Charleville queda aislada, su colegio se cierra y tras acabar todos los libros posibles Rimbaud entra en crisis, necesita más. Es cuando fuga por primera vez a París.

Comienza una vida desesperada para Rimbaud. Desde niño existió una inestabilidad en su vivienda pues su familia se trasladaba con frecuencia y pareciera que esa inestabilidad en el espacio se traslada a sus crisis. Rimbaud se fuga dos veces más pero siempre regresa insatisfecho. Cuando se reapertura su escuela decide no entrar más, se obsesiona con la poesía y necesita avocarse a ella por completo talvez, como ya lo hemos visto, en busca de su objeto perdido. Es por estas épocas que, a través de las cartas, expone su famosa teoría del Vidente; uno llega a ser Vidente, mediante el desarreglo continuo de los sentidos, el ajenjo y el hachís ayudaban. A través de probar todos los venenos se llega a la sabiduría. La tortura debe ser grande, larga y razonada, para lograrlo se precisa de una enorme fuerza. Jung postulaba que existe en el artista una obligación de sacrificar su persona ante el arte, prefiere sacrificar su lado humano para potenciar su lado creativo, existe pues una cierta sensación de autodestrucción a favor de la obra. En la búsqueda de una nueva poesía escribe: “Lo que dice el poeta a propósito de las flores” que envía a Théodore de Banville y “El barco ebrio” que enviará a Verlaine quien encantado por la calidad del texto, va a invitarlo con emoción a París.
Apenas llega París, Rimbaud se aburre pues no encuentra algo diferente sino siempre la misma atmósfera de su casa. Encuentra en la casa de Verlaine un ambiente demasiado burgués y con la idea de “un poeta debería vivir de otro modo” toma a Verlaine y lo echa junto consigo a la bohemia descarada siendo fiel a la teoría del Vidente. Empero, no debemos pensar que esta vida aparentemente desordenada era un caos total, aparte de su justificación teórica (no era un gesto vacío sino un interés de experimentar todas las sensaciones en favor de la poesía), existió una firme disciplina con la que los poetas trabajaban en sus textos. Talvez regresa el ánimo del colegio, la necesidad de destacar y dominar –que se relaciona con la imagen de la madre–, lo empuja a trabajar con tesón en sus textos.
Es entonces que Rimbaud experimenta una obsesión distinta: las nuevas imágenes, los nuevos sentimientos que le provocaba el desorden de lo sentidos. Supongo que la relación con Verlaine significó una búsqueda, una manera de sentir cosas nuevas. Yo no dudo que entre los dos haya existido una relación pasional, sexual; de hecho, considero que se amaron concienzudamente pero dudo un poco en la homosexualidad completa de Rimbaud. Si bien la actitud de la madre (castradora, dominante) podría explicarnos su tendencia, lo cierto es que Rimbaud, según Jean-Marie Carré, tiene otros tres romances algo decisivos en su vida. Su primera relación importante fue con una muchachita que huyó con él en su tercera fuga dejándolo todo en Charleville que posiblemente es la muchacha de los ojos violetas del Soneto de las vocales, la ruptura con ella fue sumamente dolorosa y su recuerdo permaneció perenne, pues en las alucinaciones de la agonía Rimbaud la nombró; la segunda fue una burguesita de Charleville que después de despreciarlo ocasionó, probablemente, sus poemas más irónicos e irreligiosos y la tercera fue una africana con la cual vivió conyugalmente y con la que deseaba tener hijos.


IV
Centrémonos un poco en la relación de Rimbaud y Verlaine. Es clara la disposición contradictoria y por ende complementaria: Rimbaud terriblemente joven entre los dieciséis y diecisiete, bastante hermoso y Verlaine con veintisiete nada agraciado. Rimbaud es “cerebral y voluntarioso” y Verlaine “sentimental y débil”. Rimbaud somete, Verlaine es sometido. Se me ocurre nuevamente la imagen de su madre, Rimbaud vuelve a tomar aquel rol autoritario. Después de cientos de aventuras que la mayoría conoce, Rimbaud se aburre de Verlaine y lo abandona, abandonando también el deseo de ser vidente. Rimbaud ha vivido tanto, ha buscado tanto que cualquier perspectiva del Vidente se ha deformado, está vez en el exceso de drogas. Nueva contradicción.

Ese deseo irrefrenable de buscar, que acaba de extinguirse en la poesía, se trasmuta, cambia de forma: es ahora la acción. Rimbaud experimenta una necesidad frenética de conocer todo el mundo, esta desesperación lo hace vagar como un trompo por Europa y al no encontrar nada, al aburrirse nuevamente, Oriente aparece mágico como una opción.
Por aquellos territorios también vaga, acompaña al vagabundeo un nuevo objetivo: volverse rico. Rimbaud desea dinero. La imagen de su madre nuevamente regresa, ese peso que cargó con él desde niño, la escrupulosidad económica de su madre talvez lo empuja a enviarle dinero de vez en cuando a manera de solucionar su culpa. Por volverse rico atraviesa por un extraño proceso de formalidad, intenta tener una personalidad y una apariencia impecable para conseguir mejores posibilidades financieras.
Nuevamente nada lo mantiene tranquilo. Es cuestión de asentarse en una ciudad para que se aburra y parta. Está ya claro, este tipo de angustias crónicas y su consiguiente inestabilidad en el espacio lo acompañarán hasta el último fin de sus días. Dejemos que él mismo nos escriba: “Vivir todo el tiempo en el mismo sitio, eso lo encontraré siempre muy desdichado”. Existe en él una perpetua necesidad de cambio, una paranoia ambulatoria que talvez es herencia de su padre. “¡Ay!, no le tengo el menor apego a la vida; estoy acostumbrado a vivir de fatiga. Pero si me veo obligado a continuar fatigándome como ahora y a morir de penas tan vehementes como absurdas, bajo climas atroces, temo acortar mi existencia... Ojalá pudiera uno gozar de algunos años de verdadero reposo en esta vida, y felizmente esta vida es la única, y esto es evidente, puesto que no podemos imaginarnos otra vida como un tedio más grande que en ésta”.

Ahora nos enfrentamos a un nuevo cambio en aquella energía que lo impulsa a la búsqueda, ya no es la poesía, ya no son los viajes, ahora se nos presenta una “pasión anormal por las ciencias”. Se nos presenta por acá, un dato esclarecedor, talvez una posible respuesta a aquella búsqueda, al resarcimiento del objeto perdido. Cuando estalla la guerra entre Egipto y Abisina, Rimbaud escribe: “La soledad es aquí una cosa mala, lamento no estar casado y no tener un hogar mío” “¡Ay!, ¿para qué sirven esas idas y venidas, y esas fatigas, y esas aventuras entre razas extranjeras, y esas lenguas con que uno se llena la memoria, y esos innumerables trabajos, si ni un solo día, después de algunos años debo poder descansar en un sitio que me agrade un poco y encontrar un hogar y tener al menos un hijo a quien pasar el resto de mi vida educando a mi gusto, adornándolo y armándolo de la instrucción más completa que uno pueda esperar en esta época, y a quien vea llegar a ser un ingeniero renombrado, un hombre poderoso y rico por la ciencia?” ¿Es entonces que lo que estuvo buscando Rimbaud por toda su vida es el formar una familia productiva, una versión corregida de la suya? Esta tesis se reafirma por la época en la que se vio ligado a regresar a Abisinia para formar una familia formal con la africana con la que vivía. Como sabemos, este deseo nunca lo va a lograr ver realizado.
Después de recrudecer su etapa de explorador (sus ambiciones se vuelven “más modestas y más científicas”, por ejemplo redacta un informe a la Sociedad de Geografía. Es responsable de innumerables caravanas), Rimbaud reconoce que comienza a envejecer, a los 32 años escribe: “Tengo el cabello completamente gris, me imagino que mi existencia declina. Figúrense cómo debo estar después de las hazañas [...]. Debo pasar el resto de mis días divagando en medio de fatigas y privaciones, con la única perspectiva de morir en el trabajo”. Mi corazón revienta como burbuja al leer estas palabras, Rimbaud pierde la esperanza, es vencido. Su eterna y desesperante sensación de insatisfecho llega nuevamente “Siempre me aburro mucho; nunca he conocido a nadie que se aburra tanto como yo”. Escribe uno de sus últimos intentos, a su madre: “¿Podría ir a casarme a su casa en la primavera próxima? ¿Cree usted que puedo encontrar a alguien que consienta seguirme en mis viajes?”. Extraño intento, como si Rimbaud quisiera encontrar, esta vez directamente, su objeto perdido preguntándole a su madre. Le pregunta directamente a ella. A ella. A ella que le ha quitado la paz de vivir, a ella que le ha perseguido como perro feroz y maloliente durante toda su vida. Le pide a ella que lo desarmó, una esperanza de volverse a armar. Nunca logró nada para sí.
Rimbaud no descansa ni cuando agoniza, hasta las sábanas le incomodan, le hacen imposible un poco de tranquilidad. Su único consuelo lo encuentra en su hermana Isabelle.

El último intento de búsqueda es una inesperada conversión al catolicismo, semanas después muere, tieso y crujiente por el cáncer a los huesos.

Casi no queda consuelo.
Si con la psicocrítica se llega a una conclusión es a la siguiente: Todo nace del, y sólo del, cerebro informe, pesado y lleno de sangre.

Sólo se ensaya un fin.

Se observa:





[1] La vida aventurera de Arthur Rimbaud-Jean-Marie Carré.
[2] La vida aventurera de Arthur Rimbaud-Jean-Marie Carré.
Bibliografía.
-CARRÉ, Jean-Marie. La vida aventurera de Jean-Arthur Rimbaud.
-BONNEFOY, Yves. Rimbaud por sí mismo. Monte Ávila editores. Venezuela.
-ORTIZ, Lourdez. Conocer Rimbaud y su obra. Dopesa. España. 1979.
-PARAÍSO, Isabel. Psicoanálisis de la experiencia literaria. Cátedra. España. 1994.

****La madre, la hija y la cobija. (Una aproximación de género a Herencia de Clorinda Matto de Turner)

Alumno: Jorge Alejandro Vargas Prado.
Curso: Literatura americana II, profesor: Goyo Torres Santillana, cuarto año de Literatura.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008
Puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija.
Si hay una palabra constante que utiliza Clorinda Matto de Tuner en su novela Herencia para describir a las féminas sería la antes citada. Es extraño que, con su espíritu fuerte y la necesidad de fundar nuevas corrientes por estos lados del mundo, tenga una imagen tan llamativa de sus congéneres, a través de este trabajo vamos a darle un vistazo a la imagen construida de la mujer en su texto de obvia bandera naturalista.

Considero que Clorinda se escuda en las premisas del naturalismo para componer aquella figura tan desencantada y rotunda sobre las generaciones femeninas en el mundo. El naturalismo, como sabemos, es una corriente que tiene sus orígenes en el Realismo, utiliza los métodos de las ciencias naturales para describir personajes degradados, es decir se constituye como una manera pesimista y sucia del realismo.
Según esta teoría el hombre no es completamente libre sino que es encadenado a su destino desde su nacimiento por medio de dos factores: el medio social y la herencia biológica. Pues bien, son justamente estos temas los que bullen de manera notoria a lo largo de toda la novela. Clorinda Matto de Turner creó con Herencia, un manual esquematizado de lo que significan todas las nociones del naturalismo y me resulta extraño que, según su texto, las únicas que pueden ser predestinadas son las mujeres. Los hombres resultan inmunes a cualquier premisa naturalista.
Aristóteles pensaba que un discurso resultaba menos aburrido si al comienzo se advertía su final, pues no hay mejor frase para resumir lo que intento plantear en el trabajo que la mencionada por Espíritu la mulata, al principio de estas disquisiciones.
Comencemos pues a describir a las mujeres más representativas de la novela para tener un panorama más claro:

Lucía y Margarita.
Frágiles mujeres con íntima ligazón a Cusco (Margarita es cusqueña[1]), casi sin voz que en primera instancia, son sólo visibles por ser respectivamente esposa e hija adoptiva respectivamente de un hombre tachonado de virtudes por donde se le mire: Fernando Marín (“uno de aquellos hombres nacidos para mandar y para que las mujeres le adorasen con el frenesí de los sentidos” nos dice Clorinda). Ellas, a fiel reflejo de él, son también mujeres en los que la dicha no descansa nunca, sin embargo en ellas el medio social merma algunos valores, que si no faltaran, las convertirían en perfectas imágenes de yeso, poco biológicas de tan perfectas (lo cual le resta algo de verosimilitud a la novela, la forma se pierde por un fondo demasiado conciente, considero que la forma de la obra de arte no puede sacrificarse bajo ningún punto de vista). La novela se inicia con una descripción de Lima “la engreída sultana de Sud-América” frase que podría resumir también la idea de lo extranjero como cualidad de superioridad que se expone en toda la novela, talvez no referida explícitamente a la propia identidad (pues los intentos de ellas se concentran en ser mejores que las “costeñas”, y por el final existe una fuerte muestra de autoidentificación con el ande que sin embargo, no deja de ser un ande burgués). Según Barthes podríamos asociar este sentimiento con la necesidad de “extrañamiento” que investigaron los antiguos preocupados en la retórica, este sentimiento consistía en que todas las cosas extranjeras siempre son mejores y, como la retórica es fundadora de la concepción del mundo occidental, podríamos releer esta necesidad de objetos extranjeros como una necesidad de asumir un mundo por completo occidental (burgués, aristocrático, fino, etc.). Sin desviarnos del tema.
La primera asociación que hace de estas mujeres apenas aparecen en escena, y bajo la óptica de dos temperamentales muchachones, es la de “mercancía”. Ellas son vistas como nuevas “en el mercado del amor” por estos dos amigos que se quedan sorprendidos por unas vestimentas cuidadosísimas que la autora describe en detalle. Resulta anecdótico también que sea la calle “Mercaderes” en la que se desarrollan las descripciones. Quizás inconcientemente, Clorinda describe a sus dos máximas protagonistas como simples piezas exóticas que se exhiben para, y sólo para, la venta.
Ahora, ellas no están simplemente de venta para los varones sedientos, ellas están también comprando toda clase de aditamentos para poder, como ya lo dijimos, superar a todas las limeñas presuntuosas. El circuito comercial está completo. Nos enteramos que han sido invitadas a una fiesta de gala. Al primer reclamo de Margarita al ver tal despilfarro de dinero, Lucía reduce a todas las familias invitadas a sus géneros femeninos (las de Bellota, las Mascaro, las Ruleta, las López) y le advierte la horrible sociedad que está por conocer pero que sin embargo, a la que no puede dejar de ser sumisa y obediente. Acá la autora hace un dialogismo: a las mujeres de la época no les importaba su propia muerte debido a la tisis si ante sus amigas podía ostentar las novedades lujosas que había adquirido sin embargo, es rotunda al aclarar que ni Lucía, ni Margarita compartían ese pensar. Obviamente nos damos cuenta que esto no es cierto, que, aunque no lo pretenda, termina echando en el mismo saco a todas las de su género. Es obvio que tiene que defender a sus protagonistas principales pues ellas, al ser madre e hija las virtudes personificadas, están exentas desde tiempos inmemorables de aquella carga (puta la madre, puta la hija) y por lo tanto van a tener un final completamente feliz y emocionante. Detallemos dos puntos aquí, Clorinda entonces nos deja sin una esperanza: el humano es completamente no-libre; ellas se han podido liberar de la herencia pero, por más que piensen distinto, no lo están del ámbito social. Por otra parte, Margarita va a terminar sus días muy feliz con el ser que más amaba, Ernesto un muchacho no tan afortunado[2] pero que sin embargo, por su condición inmune de varón, no carga con ningún tipo de peso. Ahora, para los personajes de la novela y supongo que para los intelectuales de esta corriente también, este tipo de desgracias heredadas sólo a las mujeres se ven claramente demostradas por la ciencia, es decir utilizaban la “verdad” científica y una serie de argumentos sólidos para demostrar esta fatalidad en el destino humano. Dejemos que sea el mismo Fernando quien nos hable: “La ciencia ha demostrado y patentizado la herencia directa de los males que he enunciado, así como la herencia perruna de la hembra, y toca al hombre honrado precaver su descendencia, pues, crimen, y crimen inaudito es el de dar vida a hijos enfermos, con la conciencia de su desgracia pedurable y transmitible, crimen que los ortodoxos le cuelgan al buen Dios y que sostienen no sólo las mujeres dispensadas de sus errores en consideración de su ignorancia, sino los hombres aviesos que echan a los cuatro vientos las pomposas frases de progreso e ilusión”. Vaya frases.

Doña Nieves y Camila.
El yang del ying que acabábamos de describir. Resultan justo la otra cara de la moneda, lo que nuevamente nos hace dudar ante esta planicie psicológica de los personajes en la obra: por un lado los buenos y por el otro los malos. El primer rasgo que salta a la luz es su aparente fortaleza, su voz ruda y contundente que somete a su esposo don Pepe Aguilar, un sargento venido a menos. Como dice la propia autora “en la casa, doña Nieves era el sargento y don Pepe el cabo”. El impulso vital de doña Nieves estaba en casar a sus dos hijas, Lolita y Camila con hombres acaudalados para asegurarse el futuro, refirmando así que ninguna mujer podía estar completa sin un casamiento adecuado, ninguna (no hay una sola posibilidad, rotundamente, ni una) puede salir adelante sola, como veremos con la última mujer que describiremos. Con esta intensión, la de encontrar los hombres correctos, solía organizar muchas fiestas con las que su esposo no estaba de acuerdo. Esta oportunidad es bastante importante pues se festeja el cumpleaños de Camila y es a esta fiesta a la que asistirían Margarita y su madre. Su fiesta es una clara muestra de la actitud viperina de todas las mujeres, excepto claro de las serranas, quienes desgañitan sus corazones cuando ven a las nuevas mujeres con trajes tan costosos. El veneno discurre por los suelos con total descaro.
Es aquí que se pacta el destino fatal de Camila. Aquilino, un hombre italiano algo mayor que atendía en la pulpería cercana, se enamora concienzudamente de ella al verla en su cumpleaños. Inventa una tregua con Espíritu Cadenas, la mujer de la que hablaremos en seguida, y puede acercarse a Camila para robarle un beso. Este tipo de visitas furtivas van a ser frecuentes en la casa de los Aguilera, haciendo que Camila caiga rendida ante el primer amor. Cabe acá mencionar que Camila no es justamente el retrato heredado de su madre, sino que al contrario le caracteriza una quietud y amabilidad, sin embargo veremos cómo Clorinda nuevamente nos arranca las ilusiones y destruye el destino de una niña inocente como Camila. Camila es, sin duda, inocente. Luego de un tiempo la deshonra es descubierta por los padres de Camila, don Pepe pone un grito del cielo al descubrir que se trata del italiano de la pulpería y nuevamente se reflexiona sobre la bajeza biológica de las mujeres en general, sus propias palabras son precisas para ejemplificarnos la situación “¡Perra!... ¡perra!... sí señor... la madre... y se entregó a mí... la hija; es natural que se entregue a otro... ¡la ley hereditaria!... ¡perra! ¡perra!...”. Doña Nieves, sin embargo, defiende a su hija poniendo de excusa la belleza del italiano, pese a todo era imposible una unión formal ante la sociedad. Doña Nieves entonces ingenia una solución: con ayuda de todo el dinero que tienen convertirían a Aquilino en el Conde Luis de la Coronilla para así convertir el amor prohibido de su hija en uno de los eventos más importantes de toda la ciudad. Sin embargo, como ya lo hemos venido diciendo, pese a la completa inocencia de Camilia tiene encima un enorme lastre que va a pesar tanto que terminará reventando su cuerpo. Al final, la boda se realiza y los novios lo tienen todo, sin embargo descubrimos el carácter horripilante del italiano, y al cual Camila estará atada por siempre: alcohol y golpes.

Espíritu Cadenas.
Su nombre es un retruécano bastante llamativo. Se trata de una negra muy pobre que está condenada no sólo por ser mujer, sino por ser de la última escala social. Si para las mujeres ricas cualquier posibilidad de felicidad está negada, imaginemos que situación terrible la de Espíritu. La primera tesis en este personaje es que ninguna mujer, bajo ninguna condición, tiene ni la fuerza ni la capacidad biológica de salir adelante pues la ruina de Espíritu es a causa de la muerte de su madrina y protectora. Clorinda la describe como un ser sumamente incapaz de razonar, pues la compara con un pajarito criado en jaula de oro que luego de verse en libertad no sabe qué hacer con ella. Clorinda nos dice después: “acabó como todas las de su clase acaban, por caer con el primero que despertó sus sentidos y la dejó cuando iba a ser madre”. Entonces Espíritu es la víctima perfecta ideada por el naturalismo, condenada por su herencia biológica y por su ámbito social. Reafirmemos la tesis de Clorinda usando sus propias palabras “[al nacer la hija de Espíritu]... fue necesario apelar a la caridad de las vecinas que habitaban el mismo callejón del Molino Quebrado, quienes la asistieron, lamentando muy de veras que el nuevo ser fuese femenino... y por eso, allá donde la moderación rige al amor, nacen varones robustos, moral y físicamente”. Cualquier interpretación sobra.
La historia de esta morena es devastadora. Comienza con su desesperación al ver a sus hijas llorando de hambre y pidiendo a media lengua un poco de galleta seca. Lo último que le sobraba era un cuadro de Santa Mónica que no había podido vender en anteriores oportunidades por una cuestión de fe pero ahora no había otra opción. Recibe una mísera suma, tras ser engañada por el usurero, con la cual compra algo de comer a sus hijas, sin embargo llega la noche y hay una parranda en la vecindad. Ella, atada con cadenas a su cruel destino, decide ir y gasta una parte del dinero en tragos. Cuando el alcohol resulta histérico y delicioso, y ante la petición de Pantoja, un hombre que le despierta muchos deseos ella termina de gastar sus últimos soles para luego acostarse con él. Si a las otras mujeres, medianamente golpeadas por la desgracia les resta una vida de infelicidad, a Espíritu, marginal por donde se le mire, sólo le queda la muerte que llegará unas semanas después dejando a sus hijas más huérfanas que al principio y dejándonos a nosotros con una inmensa impotencia ante el terrible destino de ser mujer.

Gracias a Dios hoy podemos respirar tranquilos pues las nuevas corrientes que se van gestando en lugares más-que-nuestros desechan cualquier tipo de descreimiento en la vida, sobre todo cuando no se aporta ningún tipo de esperanza o camino a la libertad.
Si bien es cierto el texto de Clorinda Matto de Turner me pareció cuidado de forma, lleno de colores y fragancias insólitas pero, como ya lo hemos venido apuntando, un artista no puede sacrificar la técnica por alguna filosofía pues por intentar hacer un manual del naturalismo Clorinda pierde un aspecto más que vital en la prosa de ficción: la verosimilitud. Por otra parte no quiero ser un ente que la condene, considero que esta deslealtad a su género surge de la necesidad de forjarse como mujer fuerte que puede sobrepasar (en crudeza o en sagacidad, no lo sé) a cualquier macho que, como sabemos bien, ha construido la civilización para sí. Por lo tanto planteo una lectura más abierta de esta obra de Clorinda, una lectura que a través del remezón en nuestras conciencias y en nuestros sentimientos nos obligue a cambiar la situación, nos obligue a ponernos los vestidos de las otras y sentir como ellas.
Es necesario que sintamos como ellas, seamos ellas por un momento para, a través de la infinita ira y desazón, podamos luchar por un mundo en que los varones y las mujeres seamos, de manera complementaria, totalmente equivalentes.
Se intenta un final.


Bibliografía

-VEIRAVÉ, Alfredo. Literatura Hispanoamericana. Editorial Kapelusz. 1975. Buenos Aires.
-BARTHES, Roland. “La retórica antigua. Prontuario”. En La aventura semiológica. Trad. Ramón Alcalde. Barcelona: Paidós. 1990.
-MATTO de Turner, Clorinda. Herencia. Matto Hermanos editores. 1895. Lima.



[1] Esta historia se cuenta en Aves sin Nido una novela anterior de Clorinda Matto. Los “padres” Yupanqui de Margarita mueren debido a un complot de las autoridades. Entonces, tras previo pedido de Marcela Yupanqui, Margarita pasa como ahijada de Lucía y Fernando.
[2] Tomemos este término de la manera más romántica posible. El muchacho era muy pobre y se desespera ante la posibilidad del matrimonio que le exige una suma de dinero. Entonces, como es un hombre muy bueno algún ente superior le premia y gana la lotería con un pozo que es justamente la cantidad que necesitaba. Así comienza su fortuna en la vida.

martes, 13 de mayo de 2008

****Santa María, la babel perdida (notas)

Alumna: María Miranda Medina.
Curso: Teoría VI, Psicocrítica, profesora: Rosa Núñez, cuarto año de Literatura. UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008


“Sabiendo no obstante que la vida es uno mismo y uno mismo es los demás. Si alguno de los hombres que yo había hecho no lograba -por alguna sorprendente perversión- reconocerse en el amor, lo haría en la muerte, sabría que cada instante vivido era el mismo, tan suyo e intransferible como su cuerpo, renunciaría a buscar cuentas y a las eficaces consolaciones, a la fe y a la duda”
Brausen




Me imagino caminando por las calles de Santa María, pasar por la plaza y observar la estatua ecuestre de Brausen, el consultorio del doctor Díaz Grey donde Elena Sala se desnuda ante él, ver el astillero de Petrus y conocer a la loquita de Angélica Inés en sus inútiles intentos de aborto; entrar al Berna, donde María Bonita se persigna para contrarrestar las posición de padre Bergner, el cura que debía casar a Moncha y que fue el que anunció a Jorge la terrible noticia de Julita Malabia, descifrar la intención de Medina y el piromaniático del Colorado; escuchar al viejo Lanza contando historias, y a Frieda cantar en el Casanova, ver al Junta con su prostíbulo al fin… entender el concepto de Santa María como un babel tan complejo, cuya construcción engloba no solamente un espíritu de masa, sino sobretodo un inconsciente colectivo que se manifiesta en cada uno de sus personajes y sus historias. Santa María como un espacio donde si bien todos hablan lenguas distintas confluyen en una particularidad; buscan vencer los designios de Brausen, su dios, a través de la soledad.


Esperanza/ Fracaso: el inconsciente colectivo Sanmariano -

La babel perdida representa un inconciente colectivo[1] que se encarna en una dualidad: esperanza/fracaso. No hay fracaso sin esperanza pues “el no llegar es también el cumplimiento de un destino”[2]; sin embargo, cuando alimentamos esa convicción del acierto, cualquier desacierto se asemeja a la desgracia, a la derrota de nuestra intencionalidad, anulando, la posibilidad de destinos alternativos. La esperanza excede los límites de lo racional, sin embargo, se manifiesta a través de los impulsos que nos conducen a creer, a esperar, a la práctica cotidiana del deseo.

Entendemos el deseo como la ausencia de una realidad que aspiramos en el futuro. Es en esa distancia entre nuestra verdad aparente y una realidad ideal donde radica la vulnerabilidad del individuo.

Los habitantes de Santa María, sufren, como explica Jung, de una asimilación del inconsciente, es decir, que acogen la psique colectiva en funciones psíquicas personales, considerando que su inconsciente colectivo es esa retroalimentación de la esperanza – fracaso, estos están abocados al deseo de sus imposibles y se ven limitados por él. No es una coincidencia que el Junta quiera fundar un prostíbulo en una ciudad conservadora y clerical; que Moncha quiera casarse con alguien ya muerto, que Seoane quiera tener una relación estable con una prostituta; que Díaz Grey ame a la hija bastarda de su esposa; que Rita proyecte en un chivo la imagen de un hombre. Todos los personajes tienden al fracaso, porque aspiran a lo improbable; y dejan fluir en su psique personal su condición de criaturas condenadas a esperar…

Como se descubre en “La vida Breve”,

cualquier pasión o fe sirven a la felicidad en la medida en que son capaces de distraernos, en la medida de inconsciencia que puedan darnos.[3]

Los sanmarianos son seres profundamente pasionales y todos, a pesar de que sea difícil creer, buscan la felicidad. No la felicidad panfletaria, de una alegría indefinible, sino la felicidad amarga de la realización ficcional. Esa felicidad confluye entre todos, cuando se fusionan a ese inconsciente que no les permite una individuación[4] del sentimiento y que los pierde entre las masas; esa “felicidad” colectiva termina por convertirse en una manera de perder su individualidad y de esta manera, olvidar su predisposición a la derrota.

Jung explica que el proceso de asimilación del inconciente conduce a dos fenómenos; el primero es el de los que creen conocer a la perfección lo relativo a su inconsciente, el segundo se da a nivel de los que se sienten disminuidos o aplastados por los contenidos del inconsciente. Consideramos que los personajes de Onetti corresponden al segundo fenómeno y Jung añade que detrás de esa resignación pesimista se esconde una obstinación autoritaria. Como se ve en las novelas de la ciudad perdida los personajes son seres con caracteres intensos que intentan imponerse ante su medio, a pesar de la premonición de su fracaso.

El individuo se separa de la psique colectiva en la medida en que logre identificarse con su “persona” o máscara.[5] Si bien, al inicio, todos los personajes asumen una máscara que los diferencia del resto, Lanza en el liberal, el Junta en el prostíbulo, Rita como sirvienta, Medina el comisario y los demás, eventualmente se van perdiendo en esa cotidianidad abrumadora de la ciudad de fantasmas, en un momento se dan cuenta de que no existen, que alguien los ha soñado, y abandonan su “persona” para perderse en el marasmo de la tristeza. Descreen y se ven sobrepasados por la creencia de los demás, es ahí donde se abandonan al fenómeno de la muerte. Cada uno de los personalidades resaltantes san marianas como Julita, Medina, el Junta, Moncha, Rita, Díaz Grey, inventan una mentira que los valida ante el pueblo, ante ese concepto que es Santa María. Todo el pueblo entiende y la acepta, pero la reconoce entre las demás. Sin embargo, existe un momento crucial en toda historia, donde el pueblo empieza a creer en la ficción del otro; empiezan a abandonar su sorpresa y los asimilan en su verdad, es ahí donde empieza el desenlace de todas las vidas que se pudieron diferenciar.

La facultad más útil para la intención colectiva es la Imitación.[6] En Santa María cada personaje busca un amor irrealizable, y así, subversivo ante Brausen; ante esta irrealización del amor se ven sumidos en una contrariedad: por más que amen, su amor constituye un amor solitario, el amor de uno mismo con la ausencia del otro, que por último termina siendo uno mismo.

Los personajes de Santa María, a pesar de una “interacción” aparente, nunca logran interconectarse, permanecen en soledad; siempre se rozan pero no se comunican, vive cada uno inmerso en su lenguaje, sin ninguna apertura hacia el otro. Es, entonces, Santa María una especie de babel, donde todos quieren alcanzar a su Dios, vencerlo, aplacar su realidad, de entes cuyos destinos están predeterminados; donde el suicidio, constituye entonces la única forma de rebelión posible ante su condición de marionetas; una validación de su existencia.
.

Inconciente colectivo vs Inconciente personal:
Larsen: La derrota del individuo

Más allá de nuestra psique personal existe una psique colectiva, al igual que más allá del individuo existe una sociedad.[7]

Primero abordaremos esta lucha entre inconsciente colectivo vs inconsciente personal, según la teoría de Carl Jung del inconsciente colectivo y la individuación presentada en su libro Yo y el Inconsciente. Tomando como referente el personaje de Larsen que aparece en tres novelas el Juntacadáveres, el Astillero y Dejemos hablar al viento; pero nos centraremos en las dos primeras puesto que las protagoniza.

En el Juntacadáveres, Larsen se nos presenta como un hombre con un sueño: poner un prostíbulo en Santa María. Junto a María Bonita y otros “cadáveres” ingresa a la ciudad y con ayuda de Barthes, el boticario, se instala.

Al inicio, el Junta prospera en el negocio y de esta manera instaura una psique individual que contrarresta la psique colectiva sumamente religiosa de la ciudad. Así, Larsen ejerce una individuación[8] (realización del sí- mismo), y de esta manera aporta a la colectividad una mirada más amplia de la realidad, rompiendo con ciertos dogmas sociales que impiden el libre desarrollo individual del ser sanmariano. Como el mismo Jung postula, la finalidad de la individuación es: liberar el sí- mismo de envoltorios postizos de la persona y del poder sugestivo de las imágenes inconscientes (enfermedades mentales, inspiraciones creadoras y convenciones religiosas). De esta manera, Larsen apertura un reconocimiento somático de los hombres extrayéndolos de su posición sesgada de máscaras como imagen ilusoria del ser encerrado en un ente social sin intimidad. Como Jung nos muestra, no es difícil imaginarnos a nosotros como “persona”, sin embargo, excede de nuestra capacidad explicarnos lo que somos como “si-mismo”. El Junta a través de sus acciones permite una visión más clara del hombre fuera de su compromiso social, como un ente débil, que más que acechado por sus necesidad corpóreas, huye de su soledad.

Considerando a Santa María como una ciudad excesivamente religiosa, provoca compensaciones mitológicas que pueden ser de dos tipos: legítimas e ilegítimas. Las legítimas surgen de una profundísima necesidad individual, mientras que las ilegítimas no son más que una curiosidad intelectual o intentos de una deserción de una realidad desagradable. En el caso de Larsen empieza siendo la segunda, pero pronto se convertirá en la primera:

“Al principio había sido aquella grosera cosa, aquel oficio de veinte años que trataba de satisfacer un orgullo, también grosero, instintivo, con todo lo que pudiera obtener gratis de las mujeres. Después, no se sabe cuándo, tan evidente como la pubertad, una dolencia o un vicio, segura, instalada para siempre apareció la vocación.[9]

Así a través de su inconsciente, Larsen aspira a su individuación a un contexto de orden colectivo que le permita la realización de su sí-mismo. Larsen se constituye entonces, como un hombre de inventiva creadora, que a través de la casa de la costa, el prostíbulo, inaugura una mentalidad nueva ante las diferencias, una liberación del ser desde sus formas más oscuras.

Pero este inconsciente personal de Larsen que actúa de manera instintiva, se verá pronto truncado por el inconsciente colectivo sanmariano, que, viéndose atacado en sus cimientos, luchará para conservarse y logrará expulsar a Larsen de Santa María.

“Todo estaba perdido porque había terminado, casi sorpresivamente, la historia única, insustituible de aquel hombre llamado de varias maneras, llamado Junta, y que él, sin conocerlo, podía vanagloriarse de conocer mejor que nadie.”[10]

En “El astillero”, empieza la decadencia de Larsen. Habiendo agotado su sueño, regresa a Santa María para trabajar en el Astillero del viejo Petrus.

“El olfato y la intuición de Larsen, puestos al servicio de su destino, lo trajeron de vuelta a Santa María para imponer el ingenuo desquite de imponer nuevamente su presencia a las calles y a las salas de los negocios públicos de la ciudad odiada. Y lo guiaron después hasta la casa de mármoles, goteras y pasto crecido, hasta los enredos de cables eléctricos del astillero.” [11]

En esta novela, Larsen se aboca a cumplir con su destino, habiendo perdido la individuación, no le queda más que acatar los designios del inconsciente colectivo, después de haber perdido toda esperanza, abocarse al fracaso. Por eso, empieza a trabajar en un astillero casi inexistente, en la ruina del viejo Petrus, donde él simplemente se convierte en un medio para la realización de las voluntades de Brausen; después de ser parte de una existencia absurda, de encontrar a Angélica Inés y compartir espacios vacíos que no llegan a juntarse, de visitar al viejo Petrus en la cárcel, de entablar cierta amistad con Gálvez y sentir un extraño amor por su mujer, cuyo embarazo lo empujará a huir, se entrega a la muerte, perpetrando así su derrota, pronosticada cinco años antes por los habitantes de Santa María,

“Hace cinco años, cuando el Gobernador decidió expulsar a Larsen (Juntacadáveres) de la provincia, alguien profetizó, en broma o improvisando, su retorno, la prolongación del reinado de cien días, página discutida y apasionante –aunque ya casi olvidada- de nuestra historia ciudadana”
[12]

por ese inconsciente colectivo que mata los amores irrealizables, la posible soledad del individuo, dentro de un reconocimiento con la muerte.


Comunidad vs Sociedad:
Una lucha del prostíbulo contra la sociedad de Santa María


Ahora trataremos el tema de la lucha entre comunidad vs sociedad, según la Teoría de Masas de Elias Canetti presentada en su libro “Masa y Poder”.

Canetti, empieza su texto postulando el temor del hombre por ser tocado, como hemos visto anteriormente, en Santa María, de una manera especial, experimentamos esta sensación, los personajes están tan profundamente aterrados con el roce que cada uno erige su propia realidad. Segun Canetti, sólo en la masa el hombre puede ser librado de este temor. En cuanto nos abandonamos a la masa, dejamos de temer su contacto.[13]

Canetti hace una clasificación de Masas. Y su primera distinción es la de masa abierta y masa cerrada. Como sabemos la característica suprema de la masa es su impulso a crecer; y en la masa abierta este impulso de crecimiento no tiene límites prefijados. En cambio, la masa cerrada renuncia al crecimiento y se concentra en su permanencia. Así, vemos como Santa María es una masa cerrada, porque no habilita un crecimiento, por el contrario, es extremadamente rígida cuando se trata de admitir nuevas personalidades dentro de su núcleo.

En cualquier ambiente social, las diferencias importan, la vida del individuo está hecha de distancias, las separaciones son claras, por ejemplo, entre las prostitutas y Medina, el comisario, o entre el padre Bergner y Julita Malabia; pero la masa posibilita una igualdad que permite mirar a Santa María como un concepto que se recrea a través de sus personajes, sin entregarles una individualidad, sino, más bien, usurpando su condición de seres humanos para convertirlos en móviles del inconsciente sanmariano, productos de un legado que los sumerge a todos en la mismo desenlace: la muerte.

La masa cerrada se preocupa por permanecer, es por eso, que surge el “sentimiento de persecución”, que es la sensibilidad e irritabilidad que experimenta la masa frente a sus enemigos. Una clara muestra se da en el Juntacadáveres, a través de “La Acción Cooperadora” conformada por las mujeres que ven en el prostíbulo una amenaza contra su integridad, ya que consideran la casa de la costa como una amenaza ante el sistema marital al que están acostumbradas. Entonces, empiezan a sabotear el proyecto del prostíbulo, mandando cartas anónimas, elaborando panfletos que amenacen el prestigio de aquellos que acudan a la casa de la costa.

En esta escena, podemos ver claramente la lucha entre la comunidad y sociedad también planteada por Jung, cuando se refiere a que es en la comunidad donde el individuo puede realizarse, mientras que en sociedad tiende a alienarse y ser un instrumento más del inconsciente colectivo, sin lograr propiamente una liberación.

Retomando Canetti, el individuo que realice funciones despreocupadas se le dejará hacer, mientras que, aquel que se haga notar comenzará a ser perseguido, odiado y temido. Este es el caso de Junta y María Bonita, ambos se distinguen por la naturalidad con la cual ejercen su posición de comunidad, donde comparten sus proyecciones más propias e interaccionan en un ambiente separado del resto que los unifica y a la vez les permite ser.

La casa de la costa representa la comunidad, el espacio abierto donde la persona puede dejar de lado su “máscara” y desenvolverse con espontaneidad. Una clara mirada a esta realidad es la identificación secreta tanto de Jorge Malabia como de Marcos Bergner, al verse envueltos en un ámbito tan diferente, que de alguna manera quebranta su ley, la de la familia aristocrática de Jorge y el legado clerical del tío de Marcos, el padre Bergner. Santa María en cambio, es la imagen de la masa cerrada que se siente amenazada por este derroche de libertad, que atenta contra el espíritu masivo de la provincia. Al verse ante posibles enemigos la masa busca “alimentarse” a través de una unificación, un desprecio implícito a aquellos que buscan instaurar una nueva noción: la comunidad. La iglesia se convierte en una institución que respalda la masa, en la cual reside la base para expulsar la herejía de la libertad. La ciudad perdida se constituye como el rebaño obediente que se guía por el buen pastor que sería el cura Bergner. La masa termina por aplacar al prostíbulo, eliminando toda posibilidad de convivencia y arrastrando a sus enemigos a partir. Así, la sociedad vence a través de la restitución de su imagen absorbiendo a la comunidad y a sus individuos; como posteriormente sucederá con Larsen en el astillero, logra hacer de sus enemigos parte de esta masa.

En Santa María confluyen dos tipos de masas, las masas cerradas y las masas invisibles. Dentro de las masas invisibles se encuentran “los muertos”. Los sanmarianos conviven con sus muertos y comparten su realidad, la muerte para sus habitantes es una representación de un destino que tarde o temprano los va a acoger. Los muertos son parte de las historias, parte de la masa, pues la refuerzan. Es este temor a la muerte lo que sostiene al resto de habitantes dentro de la masa, por eso, la religión tiene una vigencia mayor en la ciudad perdida, pues entienden la repercusión de sus actos, de su individuación cuyo destino es la muerte. Saben de las amenazas de distinguirse, siendo masa, en la muerte también constituyen una concentración que les quita el temor, pero a través de su individualidad, perpetúan su soledad más allá de la muerte. Son pocos los que aceptan esta carga de soledad, los otros prefieren confundirse entre sí. Sólo un Larsen, una Moncha, una Rita, un Díaz Grey, son capaces de reconocerse como entes solitarios que si bien fueron derrotados por la masa, no pertenecen a ella, se diferencian.



La Babel perdida: las masas cerradas en descomposición

La palabra babel (puerta de Dios o de dioses) se entretejió con un vocablo hebreo de parecida fonética (derivado de balal, ‘confundir’)[14]; así cuando pensamos en Babel, se nos ocurre la imagen bíblica de la torre de Babel, donde los hombres deciden construir una torre tan alta que llegue al cielo y así estar a la altura de su Dios. Pero su Dios les confiere una lengua distinta a cada uno y de esta manera les es imposible la construcción de la torre, puesto que los diversos lenguajes los confunden. Santa María erige una construcción simbólica similar a través de los múltiples intentos de sus personajes por derrotar a Brausen, por ser ellos quienes escriban las historias, quienes se sientan libres de alcanzar una intencionalidad propia que les permita la delimitación de la ficción en la que habitan.

“Tírese a la cama, invente usted también. Fabríquese la Santa María que más le guste, mienta sueñe personas y cosas, sucedidos.”[15]

Larsen, después de muerto le da esta instrucción a Medina en la novela “Dejemos Hablar al viento”, donde Santa María llega al cenit de su existencia, ante el impulso de destrucción que siente el comisario. Ese odio hacia Brausen, le hace tratar de escribir su propia historia a través del incendio de Santa María, pues al quemar la ciudad conceptual de Brausen, al eliminar la creación estaría reduciendo a Brausen a un simple mortal, y de esta manera cobraría su venganza.

A Medina lo acomete un impulso de destrucción, provocado por la misma masa, al destruirla siente que destruye a la vez sus límites, y como plantea Canetti, el más impresionante de todos los medios de destrucción es el fuego. Este es justamente el elemento que utiliza el comisario con ayuda del Colorado para destruir Santa María.

El fuego constituye un símbolo de masa, se propaga es contagioso e insaciable. Lo que pertenecía independientemente es unido por el fuego[16] como plantea Canetti. Es curioso como es que si bien la intención de Medina es liberarse, lo hace a través de un símbolo de masa, quiere matar a la masa, para matar a su dios, pero ese dios se encuentra tan dentro de él, de su inconsciente colectivo, que lo limita. Las llamas en Santa María no causaron mayor destrozo como cuenta Díaz Grey en “Cuando ya no importe”, nadie murió en el incendio de Santa María y la más perjudicada fue la tienda del Judío, que después de subir los precios bajo el nombre “mercadería salvada del incendio” vendió todo lo que quiso:

“Porque la gente es imbécil sin límites y los Sanmarianos un poco más.”

Entonces, si bien en “Dejemos hablar al viento”, se empieza el inicio de la descomposición de Santa María, al menos desde la concepción de Brausen, no es por el atentado que Medina plantea de destruir a su dios y su creación; sino porque Santa María también pertenece al curso de las cosas de su inconsciente colectivo, tiende al fracaso. Porque su Dios no llega a amarla en la realidad sino en la misma ficción, y por ese amor irrealizable, también la destruirá, la dejará morir, carcomida por el mismo impulso que la hizo seguir la retroalimentación del fracaso y la esperanza.


Diaz Grey: el suicidio del Dios – EL GRAN MANÁ

La sociedad experimenta la necesidad de una figura que actúe mágicamente y se sirve del vehículo del poder de uno solo y de la sumisión de muchos[17]: La personalidad Maná, un ser lleno de cualidades ocultas, estas cualidades proceden de una ingenua proyección del inconsciente. Díaz Grey es la proyección del Dios Brausen, entonces Brausen constituiría su inconsciente.

El doctor es el primer personaje creado por el dios, es por eso que la constante en todos los cuentos de Onetti que tienen lugar en Santa María es Díaz Grey. De la misma manera, la representación de la esposa de Brausen, Gertrudis, es Elena Sala. Aquí podemos ver una interconexión entre el inconsciente que constituiría “La realidad” en la que viven Brausen y Gertrudis y el consciente que sería “la ficción” donde existen Díaz Grey y Elena Sala. Elena es el primer personaje en morir en Santa María y Díaz Grey, el último. Así, la realidad sanmariana nace del conflicto que sufre Brausen cuando se entera de que a Gertrudis le van a operar el ceno izquierdo…

“Ablación de mama. Una cicatriz puede ser imaginada como un corte irregular practicado en una copa de goma. (…) También puede pensarse como sería quince días después, un mes después de la intervención, con una sombra de piel que se le estira encima, traslúcida, tan delgada que nadie se atrevería a detener mucho tiempo sus ojos en ella.”[18]
Es a partir de este desencuentro que Brausen empieza a crear…

La personalidad Maná como dominante del inconsciente colectivo[19]: Díaz Grey como la extensión de Brausen en Santa María, el doctor que a los 30 años encarna la derrota.

El Maná es el arquetipo del hombre poderoso en forma de héroe, de cacique, de curandero y santo, sueño de hombres y espíritus, amigo de Dios. Díaz Grey es el Maná justamente por su condición de antihéroe que en la narrativa de Onetti equivale al héroe. El doctor sanmariano simboliza el conformismo que deviene al fracaso, el doctor conoce los finales, participa de ellos. Él no solamente es amigo del Dios, sino que es el Dios mismo, la representación del Dios. Siendo el primer personaje imaginado en Santa María, no tiene recuerdos, y esa ausencia de recuerdos, de nostalgia, lo hace superior a los demás, logrando dominar “pasivamente” Santa María porque él es Santa María.

En Díaz Grey se produce un conflicto, si bien es el Maná, también es la personalidad Maná que busca la predominancia del yo, hacer de los contenidos inconscientes, contenidos conscientes. Él es la representación del Dios, pero también es uno de los ciudadanos que interactúa con el resto de personajes sanmarianos, y siendo tal, también aspira a los imposibles, y ama a la hijastra de su esposa Ángelica Inés, a la que se niega a abortar, en “Cuando ya no importe”. Elvirita huye de Santa María y esta perdida del objeto de deseo, le produce la nostalgia de la cual lo absolvía la ausencia de recuerdo, así, el mismo Dios es parte del inconsciente colectivo que ha elegido y opta por el suicidio.

Díaz Grey se suicida porque más allá de ser el arquetipo del Dios, es el hombre, y como ser humano, como sanmariano sucumbe a la desesperación de verse utilizado por su dios, de saber de antemano que va a fracasar, y también quiere rebelarse ante el Dios que tanto lo atormenta que es, en realidad, él mismo.

Díaz Grey se pierde en la soledad como el resto de sus personajes, su amor es un amor solitario, y esta soledad lo hace caer en un laberinto del que no puede escapar, huye de su condición, pero siempre regresa a ser él mismo.

El Dios se mata a sí mismo porque no aguanta ser Dios, porque él también, ejerce la esperanza a través de sus personajes, y su fracaso es su propia muerte y la muerte del dios lleva consigo la eliminación del concepto de la babel perdida. Si bien babel no llega a igualar a su dios, no llega vencerlo; por lo menos, lo reduce a su propia condición, lo elimina, lo destruye, muere con él. Santa María constituye una babel invertida puesto que no alcanza al Dios, pero si logra que el Dios se reduzca hasta ella, y así, muera, muera en su pretensión de poseerlos, de hacerlos débiles imposibles, de recrearlos para el fracaso.

La llamamos la babel perdida, porque Santa María no existe; se encuentra en ningún lugar y en todas partes: en nuestra humilde condición de seres humanos sujetos a los designios de la divinidad, que aunque no exista, nos ha legado el testamento de la muerte. Por eso, deseamos la eternidad, amamos las cosas que no existen y en habitamos un lugar como Santa María, en cuyo mapa se ejerce la práctica de la esperanza y el sabor de la derrota, nuestra derrota ante la utopía de la inmortalidad.
[1] Son colectivos todos los instintos fundamentales, las formas fundamentales de pensar y de sentir.
[2] Manifiesto Nihilista. Gonzalo Arango.
[3] La vida Breve. Novelas I. J.C. Onetti

[4] Indivuación: conversión en el individuo . El yo y lo inconsciente. C. Jung
[5] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[6] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[7] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[8] “Cumplimiento mejor y más completo de los destinos colectivos del hombre, guardando un respeto al carácter particular del individuo, se puede esperar de él un mejor rendimiento social. Pág. 26.
El yo y lo inconsciente. C. Jung
[9] Juntacadáveres Novelas II. J.C. Onetti

[10] Juntacadáveres Novelas II. J.C. Onetti
[11] El astillero. Novelas II. J.C. Onetti
[12] El Astillero. Novelas II. J.C. Onetti
[13] Masa y Poder. E. Canetti
[14] Prólogos de la Biblioteca de Babel. J. L. Borges
[15] Dejemos hablar al viento. Novelas II. J.C. Onetti
[16] Masa y Poder. E.Canetti
[17] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[18] La vida Breve. Novelas I. J.C. Onetti
[19] El yo y lo inconsciente. C. Jung


Bibliografía:

-BORGES, Jorge Luís. Prólogos de la Biblioteca de Babel. Madrid: Alianza Editorial. 1995.
-CANETTI, Elias. Masa y Poder. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.
-JUNG, Carl. El yo y lo inconsciente. Barcelona : Luis Miracle. 1936.
-ONETTI, Juan Carlos. Novelas I. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.
-ONETTI, Juan Carlos. Novelas II. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.