Interesante!!!

miércoles, 14 de mayo de 2008

****¡Y la vida sigue! ¡Si la condena es eterna! (Aproximación psicoanalítica de la vida de Arthur Rimbaud)

Alumno: Jorge Alejandro Vargas Prado.
Curso: Teoría literaria VI, profesora: Rosa Núñez, cuarto año de Literatura.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008



y vagábamos, alimentados con el vino de las cavernas
y el bizcocho del camino,
yo apremiado por encontrar el lugar y la fórmula.
Arthur Rimbaud.



La sensación más desesperante de toda su existencia.
¿Puede recordar cómo se ha sentido frente a aquello? Cómo es capaz el corazón de convertirse en un ardiente agujero que lo desecha todo a través del desagüe del mundo, cómo es capaz de transformarse en un enorme cincel pesado y al rojo vivo sobre el pecho.
Si Usted es capaz de recordarlo, leer este texto resultará muchísimo más productivo y talvez termine hasta encontrando algunas respuestas para su propia vida.

Jean-Arthur Rimbaud fue quien me abrió de manera explosiva la posibilidad del placer infinito de las palabras. Es algo completamente especial, pues pude leer su poesía justo cuando yo tenía la edad en la que escribió, cuando yo compartía algo tangible con él. Cuando mi corazón era más de algodón acaramelado que ahora, cuando me crecían con razón y causa natural flores de los pies, cuando parecía observar el mundo desde una altísima catedral hecha de un caramelo transparente y brillante. Cuando aún quedaban en el bolsillo muchísimas primeras-veces por gastar.
He tenido que leer algunos libros para complementar lo que la vida me había enseñado sobre Rimbaud, y al hacerlo (confieso que antes de comenzar mi trabajo no sabía como dirigir mi óptica psicoanalista) me percaté de una extraña cosa: Rimbaud fue atacado durante toda su existencia por un extraño y terrible aburrimiento, una angustia sin límites que lo empujaba a buscar alguna cosa que, supongo, ni él mismo entendía. Existía en él un deseo enfermizo por descubrir algo, por llenar algún vacío. En este trabajo caprichoso y todavía adolescente intentaré una aproximación psicoanalítica a Rimbaud con la intensión de hechas luces sobre esa extraña desesperación que lo persiguió toda su vida.


I
Para mí es claro: lo que Rimbaud busca durante toda su vida es resarcir el sentimiento que provoca el “objeto perdido” (teoría postulada por Melanie Klein) en las primeras etapas de le vida.
Rimbaud fue, en físico y mente, terriblemente precoz. Según su cuñado Paterne Berrichon, Rimbaud habría nacido con los ojos completamente abiertos y ante un descuido de la enfermera, que lo puso en un cojín sobre el piso para solucionar unos asuntos, comenzó a gatear; luego a los ocho meses ya podía caminar sin ayuda. Si Rimbaud era ya capaz de semejantes proezas físicas es casi lógico que las proezas mentales hayan estado ya presentes; por eso me atrevo a proponer que el proceso de la fase esquizo-paranoide (donde en el bebé hay la incapacidad de reconocer a las personas “como objetos totales”, sino que las reconoce como “objetos parciales”, esta percepción es primordial en la relación con la madre, pues se le reconoce como un “seno bueno” que le da placer y amor cuando es alimentado y un “seno malo” que le provoca temor proyectivo y deseos de atacarla) a la fase depresiva (ambas imágenes se unen, el bebé reconoce a las demás personas como reales y completas reconociendo así la ambivalencia del mundo y su propia ambivalencia, siente que ha destruido el objeto amado en la fantasía, ello le acarrea una culpabilidad y una necesidad de reparar el “objeto perdido”) en Rimbaud se adelantó muchísimo. Supongo también que Rimbaud niño no creyó mucho en su capacidad de reparación, lo que le causó la sensación de haber perdido el objeto amado irremediablemente, entonces reaccionó con mecanismos de defensa del tipo maníaco, quizás: negación de la realidad psíquica, idealización y sobretodo omnipotencia. Considero que esta sensación de imposibilidad en reparar el objeto perdido, esa culpabilidad la va a arrastrar durante toda su vida y va a hacer la causa, el motor de la mayoría de sus actos.
Melanie Klein también postula que la creatividad está claramente vinculada a esa “reparación” del objeto perdido y que todo producto creativo es una re-creación del objeto destruido del mundo interior. Este sería entonces la razón del acercamiento tan precoz de Rimbaud a la poesía. Podría reforzar esta idea Hanna Segal quien plantea que la clave para la formación de una personalidad creativa es la gran precocidad vivencial y el sentimiento de omnipotencia infantil.


II
Ahora centrémonos en la relación de Rimbaud con sus padres.
Rimbaud tuvo un padre militar que abandona el hogar cuando tenía seis años. Poseía un humor bastante cargado, una inestabilidad enfermiza y era también bastante violento.
Su madre también era realmente neurótica. Una palabra es baúl para su genio: frialdad. Se dice que nunca se le vio sonreír. Era temiblemente estricta, severa y autoritaria además de excesivamente meticulosa con el dinero. Cuando Rimbaud comienza a mostrar signos de independencia ella ejerce una horrenda tiranía, por eso se explica que la primera rebeldía por la que Rimbaud luchara fuera contra su familia, contra su madre.
Sobre esto podríamos precisar más puntos. Resulta casi obvio que Rimbaud heredara biológicamente algún tipo de neurosis de sus progenitores. Además, Janine Chasseguet-Smirgel nos dice que muchas de las madres de los creadores han ejercido un control absoluto cuando éstos eran bebés lo que produce gran agresividad y un deseo de dominio objetal, lo que causa un Yo débil y por lo tanto su creatividad se convierte en un intento de auto-reparación, caso que pudo haberse dado también en Rimbaud.
Cuando niño Rimbaud gustaba de buscar la soledad para poder contemplar durante mucho tiempo, muy detenidamente el mundo que lo rodeaba. Su amigo Ernest Delahaye cuenta que tuvo una imagen muy fuerte de Rimbaud en el colegio: él oculto en un bote amarrado a la orilla del río “contemplando largamente, deliciosamente, el agua agitada y chispeante, las hierbas arrancadas, los despojos que pasaban, los vellones ahogados, semidesaparecidos, formas y colores cambiantes, indecisos, misteriosos”[1] fue que tras esta empatía con su medio la poesía va a surgir. Según Susan K. Deri las personas creadoras tienen una especie de romance con el mundo, existe una comunicación fluida entre el mundo interno y el externo del artista que es posible gracias a la independencia afectiva con respecto al cuidado de sus padres pero sobre todo a la falta de fijación con la madre.

III
En el colegio, Rimbaud destacó brillantemente. No sólo era muy brillante en los cursos, sino que también efectuaba el papel de jefe frente a sus compañeros, talvez desempeñaba el rol que en su familia le fue negado. Su deseo fue siempre ser el primero, sobresalir de los demás, diferenciarse de los demás; esta intuición de ser realmente diferente se puede expresar con lo que escribe por esas épocas “Esos poetas no son de esta tierra, déjenlos vivir su vida extraña, déjenlos tener frío y hambre, déjenlos correr, amar y cantar. Son tan ricos como Jacques Coeur, todos esos niños locos, pues tienen el alma llena de rimas, de rimas que ríen y que lloran, que nos hacen reír y llorar”[2] sobre esto Otto Rank nos dice que en las personas creadoras se ocasiona un conflicto, una contradicción (Rimbaud es casi sinónimo de contradicción): él dice que el origen del proceso creativo está en una culpabilidad no resuelta del autor, postula que esta culpabilidad se explica por una “diferencia individual” que tienen los artistas con el resto de las personas, pero esto acarrea un nuevo conflicto: se sienten superiores pero a la vez inferiores, la balanza se inclina dependiendo de cómo se califica su obra. Muestra de esta dualidad podríamos mencionar el miedo e inseguridad que siente Rimbaud antes de partir a París, bajo la posibilidad de encontrarse con gente de las altas sociedades que criticarían sus maneras extrañas. Esta desazón identitaria, por darle un nombre, también se explicará luego por el deseo de reconocerse como proveniente de una raza inferior, además del apego cariñoso que sentirá hacia los excluidos sociales y, mucho después, por los africanos y orientales, todos de rasgos exóticos, costumbres y sentimientos bastante distintos a los suyos.
Su infancia termina y la búsqueda del objeto perdido cambia de rumbo por una razón: se desata la guerra franco-prusiana, Charleville queda aislada, su colegio se cierra y tras acabar todos los libros posibles Rimbaud entra en crisis, necesita más. Es cuando fuga por primera vez a París.

Comienza una vida desesperada para Rimbaud. Desde niño existió una inestabilidad en su vivienda pues su familia se trasladaba con frecuencia y pareciera que esa inestabilidad en el espacio se traslada a sus crisis. Rimbaud se fuga dos veces más pero siempre regresa insatisfecho. Cuando se reapertura su escuela decide no entrar más, se obsesiona con la poesía y necesita avocarse a ella por completo talvez, como ya lo hemos visto, en busca de su objeto perdido. Es por estas épocas que, a través de las cartas, expone su famosa teoría del Vidente; uno llega a ser Vidente, mediante el desarreglo continuo de los sentidos, el ajenjo y el hachís ayudaban. A través de probar todos los venenos se llega a la sabiduría. La tortura debe ser grande, larga y razonada, para lograrlo se precisa de una enorme fuerza. Jung postulaba que existe en el artista una obligación de sacrificar su persona ante el arte, prefiere sacrificar su lado humano para potenciar su lado creativo, existe pues una cierta sensación de autodestrucción a favor de la obra. En la búsqueda de una nueva poesía escribe: “Lo que dice el poeta a propósito de las flores” que envía a Théodore de Banville y “El barco ebrio” que enviará a Verlaine quien encantado por la calidad del texto, va a invitarlo con emoción a París.
Apenas llega París, Rimbaud se aburre pues no encuentra algo diferente sino siempre la misma atmósfera de su casa. Encuentra en la casa de Verlaine un ambiente demasiado burgués y con la idea de “un poeta debería vivir de otro modo” toma a Verlaine y lo echa junto consigo a la bohemia descarada siendo fiel a la teoría del Vidente. Empero, no debemos pensar que esta vida aparentemente desordenada era un caos total, aparte de su justificación teórica (no era un gesto vacío sino un interés de experimentar todas las sensaciones en favor de la poesía), existió una firme disciplina con la que los poetas trabajaban en sus textos. Talvez regresa el ánimo del colegio, la necesidad de destacar y dominar –que se relaciona con la imagen de la madre–, lo empuja a trabajar con tesón en sus textos.
Es entonces que Rimbaud experimenta una obsesión distinta: las nuevas imágenes, los nuevos sentimientos que le provocaba el desorden de lo sentidos. Supongo que la relación con Verlaine significó una búsqueda, una manera de sentir cosas nuevas. Yo no dudo que entre los dos haya existido una relación pasional, sexual; de hecho, considero que se amaron concienzudamente pero dudo un poco en la homosexualidad completa de Rimbaud. Si bien la actitud de la madre (castradora, dominante) podría explicarnos su tendencia, lo cierto es que Rimbaud, según Jean-Marie Carré, tiene otros tres romances algo decisivos en su vida. Su primera relación importante fue con una muchachita que huyó con él en su tercera fuga dejándolo todo en Charleville que posiblemente es la muchacha de los ojos violetas del Soneto de las vocales, la ruptura con ella fue sumamente dolorosa y su recuerdo permaneció perenne, pues en las alucinaciones de la agonía Rimbaud la nombró; la segunda fue una burguesita de Charleville que después de despreciarlo ocasionó, probablemente, sus poemas más irónicos e irreligiosos y la tercera fue una africana con la cual vivió conyugalmente y con la que deseaba tener hijos.


IV
Centrémonos un poco en la relación de Rimbaud y Verlaine. Es clara la disposición contradictoria y por ende complementaria: Rimbaud terriblemente joven entre los dieciséis y diecisiete, bastante hermoso y Verlaine con veintisiete nada agraciado. Rimbaud es “cerebral y voluntarioso” y Verlaine “sentimental y débil”. Rimbaud somete, Verlaine es sometido. Se me ocurre nuevamente la imagen de su madre, Rimbaud vuelve a tomar aquel rol autoritario. Después de cientos de aventuras que la mayoría conoce, Rimbaud se aburre de Verlaine y lo abandona, abandonando también el deseo de ser vidente. Rimbaud ha vivido tanto, ha buscado tanto que cualquier perspectiva del Vidente se ha deformado, está vez en el exceso de drogas. Nueva contradicción.

Ese deseo irrefrenable de buscar, que acaba de extinguirse en la poesía, se trasmuta, cambia de forma: es ahora la acción. Rimbaud experimenta una necesidad frenética de conocer todo el mundo, esta desesperación lo hace vagar como un trompo por Europa y al no encontrar nada, al aburrirse nuevamente, Oriente aparece mágico como una opción.
Por aquellos territorios también vaga, acompaña al vagabundeo un nuevo objetivo: volverse rico. Rimbaud desea dinero. La imagen de su madre nuevamente regresa, ese peso que cargó con él desde niño, la escrupulosidad económica de su madre talvez lo empuja a enviarle dinero de vez en cuando a manera de solucionar su culpa. Por volverse rico atraviesa por un extraño proceso de formalidad, intenta tener una personalidad y una apariencia impecable para conseguir mejores posibilidades financieras.
Nuevamente nada lo mantiene tranquilo. Es cuestión de asentarse en una ciudad para que se aburra y parta. Está ya claro, este tipo de angustias crónicas y su consiguiente inestabilidad en el espacio lo acompañarán hasta el último fin de sus días. Dejemos que él mismo nos escriba: “Vivir todo el tiempo en el mismo sitio, eso lo encontraré siempre muy desdichado”. Existe en él una perpetua necesidad de cambio, una paranoia ambulatoria que talvez es herencia de su padre. “¡Ay!, no le tengo el menor apego a la vida; estoy acostumbrado a vivir de fatiga. Pero si me veo obligado a continuar fatigándome como ahora y a morir de penas tan vehementes como absurdas, bajo climas atroces, temo acortar mi existencia... Ojalá pudiera uno gozar de algunos años de verdadero reposo en esta vida, y felizmente esta vida es la única, y esto es evidente, puesto que no podemos imaginarnos otra vida como un tedio más grande que en ésta”.

Ahora nos enfrentamos a un nuevo cambio en aquella energía que lo impulsa a la búsqueda, ya no es la poesía, ya no son los viajes, ahora se nos presenta una “pasión anormal por las ciencias”. Se nos presenta por acá, un dato esclarecedor, talvez una posible respuesta a aquella búsqueda, al resarcimiento del objeto perdido. Cuando estalla la guerra entre Egipto y Abisina, Rimbaud escribe: “La soledad es aquí una cosa mala, lamento no estar casado y no tener un hogar mío” “¡Ay!, ¿para qué sirven esas idas y venidas, y esas fatigas, y esas aventuras entre razas extranjeras, y esas lenguas con que uno se llena la memoria, y esos innumerables trabajos, si ni un solo día, después de algunos años debo poder descansar en un sitio que me agrade un poco y encontrar un hogar y tener al menos un hijo a quien pasar el resto de mi vida educando a mi gusto, adornándolo y armándolo de la instrucción más completa que uno pueda esperar en esta época, y a quien vea llegar a ser un ingeniero renombrado, un hombre poderoso y rico por la ciencia?” ¿Es entonces que lo que estuvo buscando Rimbaud por toda su vida es el formar una familia productiva, una versión corregida de la suya? Esta tesis se reafirma por la época en la que se vio ligado a regresar a Abisinia para formar una familia formal con la africana con la que vivía. Como sabemos, este deseo nunca lo va a lograr ver realizado.
Después de recrudecer su etapa de explorador (sus ambiciones se vuelven “más modestas y más científicas”, por ejemplo redacta un informe a la Sociedad de Geografía. Es responsable de innumerables caravanas), Rimbaud reconoce que comienza a envejecer, a los 32 años escribe: “Tengo el cabello completamente gris, me imagino que mi existencia declina. Figúrense cómo debo estar después de las hazañas [...]. Debo pasar el resto de mis días divagando en medio de fatigas y privaciones, con la única perspectiva de morir en el trabajo”. Mi corazón revienta como burbuja al leer estas palabras, Rimbaud pierde la esperanza, es vencido. Su eterna y desesperante sensación de insatisfecho llega nuevamente “Siempre me aburro mucho; nunca he conocido a nadie que se aburra tanto como yo”. Escribe uno de sus últimos intentos, a su madre: “¿Podría ir a casarme a su casa en la primavera próxima? ¿Cree usted que puedo encontrar a alguien que consienta seguirme en mis viajes?”. Extraño intento, como si Rimbaud quisiera encontrar, esta vez directamente, su objeto perdido preguntándole a su madre. Le pregunta directamente a ella. A ella. A ella que le ha quitado la paz de vivir, a ella que le ha perseguido como perro feroz y maloliente durante toda su vida. Le pide a ella que lo desarmó, una esperanza de volverse a armar. Nunca logró nada para sí.
Rimbaud no descansa ni cuando agoniza, hasta las sábanas le incomodan, le hacen imposible un poco de tranquilidad. Su único consuelo lo encuentra en su hermana Isabelle.

El último intento de búsqueda es una inesperada conversión al catolicismo, semanas después muere, tieso y crujiente por el cáncer a los huesos.

Casi no queda consuelo.
Si con la psicocrítica se llega a una conclusión es a la siguiente: Todo nace del, y sólo del, cerebro informe, pesado y lleno de sangre.

Sólo se ensaya un fin.

Se observa:





[1] La vida aventurera de Arthur Rimbaud-Jean-Marie Carré.
[2] La vida aventurera de Arthur Rimbaud-Jean-Marie Carré.
Bibliografía.
-CARRÉ, Jean-Marie. La vida aventurera de Jean-Arthur Rimbaud.
-BONNEFOY, Yves. Rimbaud por sí mismo. Monte Ávila editores. Venezuela.
-ORTIZ, Lourdez. Conocer Rimbaud y su obra. Dopesa. España. 1979.
-PARAÍSO, Isabel. Psicoanálisis de la experiencia literaria. Cátedra. España. 1994.

2 comentarios:

Enrique L. dijo...

Excelente texto mi estimado amigo.
Gracias.

Francisco Joaquín Marro dijo...

el enfant terrible por antonomasia. Me gusto el texto
y saludos, tio
apenas se te ve por el msn