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martes, 13 de mayo de 2008

****Santa María, la babel perdida (notas)

Alumna: María Miranda Medina.
Curso: Teoría VI, Psicocrítica, profesora: Rosa Núñez, cuarto año de Literatura. UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008


“Sabiendo no obstante que la vida es uno mismo y uno mismo es los demás. Si alguno de los hombres que yo había hecho no lograba -por alguna sorprendente perversión- reconocerse en el amor, lo haría en la muerte, sabría que cada instante vivido era el mismo, tan suyo e intransferible como su cuerpo, renunciaría a buscar cuentas y a las eficaces consolaciones, a la fe y a la duda”
Brausen




Me imagino caminando por las calles de Santa María, pasar por la plaza y observar la estatua ecuestre de Brausen, el consultorio del doctor Díaz Grey donde Elena Sala se desnuda ante él, ver el astillero de Petrus y conocer a la loquita de Angélica Inés en sus inútiles intentos de aborto; entrar al Berna, donde María Bonita se persigna para contrarrestar las posición de padre Bergner, el cura que debía casar a Moncha y que fue el que anunció a Jorge la terrible noticia de Julita Malabia, descifrar la intención de Medina y el piromaniático del Colorado; escuchar al viejo Lanza contando historias, y a Frieda cantar en el Casanova, ver al Junta con su prostíbulo al fin… entender el concepto de Santa María como un babel tan complejo, cuya construcción engloba no solamente un espíritu de masa, sino sobretodo un inconsciente colectivo que se manifiesta en cada uno de sus personajes y sus historias. Santa María como un espacio donde si bien todos hablan lenguas distintas confluyen en una particularidad; buscan vencer los designios de Brausen, su dios, a través de la soledad.


Esperanza/ Fracaso: el inconsciente colectivo Sanmariano -

La babel perdida representa un inconciente colectivo[1] que se encarna en una dualidad: esperanza/fracaso. No hay fracaso sin esperanza pues “el no llegar es también el cumplimiento de un destino”[2]; sin embargo, cuando alimentamos esa convicción del acierto, cualquier desacierto se asemeja a la desgracia, a la derrota de nuestra intencionalidad, anulando, la posibilidad de destinos alternativos. La esperanza excede los límites de lo racional, sin embargo, se manifiesta a través de los impulsos que nos conducen a creer, a esperar, a la práctica cotidiana del deseo.

Entendemos el deseo como la ausencia de una realidad que aspiramos en el futuro. Es en esa distancia entre nuestra verdad aparente y una realidad ideal donde radica la vulnerabilidad del individuo.

Los habitantes de Santa María, sufren, como explica Jung, de una asimilación del inconsciente, es decir, que acogen la psique colectiva en funciones psíquicas personales, considerando que su inconsciente colectivo es esa retroalimentación de la esperanza – fracaso, estos están abocados al deseo de sus imposibles y se ven limitados por él. No es una coincidencia que el Junta quiera fundar un prostíbulo en una ciudad conservadora y clerical; que Moncha quiera casarse con alguien ya muerto, que Seoane quiera tener una relación estable con una prostituta; que Díaz Grey ame a la hija bastarda de su esposa; que Rita proyecte en un chivo la imagen de un hombre. Todos los personajes tienden al fracaso, porque aspiran a lo improbable; y dejan fluir en su psique personal su condición de criaturas condenadas a esperar…

Como se descubre en “La vida Breve”,

cualquier pasión o fe sirven a la felicidad en la medida en que son capaces de distraernos, en la medida de inconsciencia que puedan darnos.[3]

Los sanmarianos son seres profundamente pasionales y todos, a pesar de que sea difícil creer, buscan la felicidad. No la felicidad panfletaria, de una alegría indefinible, sino la felicidad amarga de la realización ficcional. Esa felicidad confluye entre todos, cuando se fusionan a ese inconsciente que no les permite una individuación[4] del sentimiento y que los pierde entre las masas; esa “felicidad” colectiva termina por convertirse en una manera de perder su individualidad y de esta manera, olvidar su predisposición a la derrota.

Jung explica que el proceso de asimilación del inconciente conduce a dos fenómenos; el primero es el de los que creen conocer a la perfección lo relativo a su inconsciente, el segundo se da a nivel de los que se sienten disminuidos o aplastados por los contenidos del inconsciente. Consideramos que los personajes de Onetti corresponden al segundo fenómeno y Jung añade que detrás de esa resignación pesimista se esconde una obstinación autoritaria. Como se ve en las novelas de la ciudad perdida los personajes son seres con caracteres intensos que intentan imponerse ante su medio, a pesar de la premonición de su fracaso.

El individuo se separa de la psique colectiva en la medida en que logre identificarse con su “persona” o máscara.[5] Si bien, al inicio, todos los personajes asumen una máscara que los diferencia del resto, Lanza en el liberal, el Junta en el prostíbulo, Rita como sirvienta, Medina el comisario y los demás, eventualmente se van perdiendo en esa cotidianidad abrumadora de la ciudad de fantasmas, en un momento se dan cuenta de que no existen, que alguien los ha soñado, y abandonan su “persona” para perderse en el marasmo de la tristeza. Descreen y se ven sobrepasados por la creencia de los demás, es ahí donde se abandonan al fenómeno de la muerte. Cada uno de los personalidades resaltantes san marianas como Julita, Medina, el Junta, Moncha, Rita, Díaz Grey, inventan una mentira que los valida ante el pueblo, ante ese concepto que es Santa María. Todo el pueblo entiende y la acepta, pero la reconoce entre las demás. Sin embargo, existe un momento crucial en toda historia, donde el pueblo empieza a creer en la ficción del otro; empiezan a abandonar su sorpresa y los asimilan en su verdad, es ahí donde empieza el desenlace de todas las vidas que se pudieron diferenciar.

La facultad más útil para la intención colectiva es la Imitación.[6] En Santa María cada personaje busca un amor irrealizable, y así, subversivo ante Brausen; ante esta irrealización del amor se ven sumidos en una contrariedad: por más que amen, su amor constituye un amor solitario, el amor de uno mismo con la ausencia del otro, que por último termina siendo uno mismo.

Los personajes de Santa María, a pesar de una “interacción” aparente, nunca logran interconectarse, permanecen en soledad; siempre se rozan pero no se comunican, vive cada uno inmerso en su lenguaje, sin ninguna apertura hacia el otro. Es, entonces, Santa María una especie de babel, donde todos quieren alcanzar a su Dios, vencerlo, aplacar su realidad, de entes cuyos destinos están predeterminados; donde el suicidio, constituye entonces la única forma de rebelión posible ante su condición de marionetas; una validación de su existencia.
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Inconciente colectivo vs Inconciente personal:
Larsen: La derrota del individuo

Más allá de nuestra psique personal existe una psique colectiva, al igual que más allá del individuo existe una sociedad.[7]

Primero abordaremos esta lucha entre inconsciente colectivo vs inconsciente personal, según la teoría de Carl Jung del inconsciente colectivo y la individuación presentada en su libro Yo y el Inconsciente. Tomando como referente el personaje de Larsen que aparece en tres novelas el Juntacadáveres, el Astillero y Dejemos hablar al viento; pero nos centraremos en las dos primeras puesto que las protagoniza.

En el Juntacadáveres, Larsen se nos presenta como un hombre con un sueño: poner un prostíbulo en Santa María. Junto a María Bonita y otros “cadáveres” ingresa a la ciudad y con ayuda de Barthes, el boticario, se instala.

Al inicio, el Junta prospera en el negocio y de esta manera instaura una psique individual que contrarresta la psique colectiva sumamente religiosa de la ciudad. Así, Larsen ejerce una individuación[8] (realización del sí- mismo), y de esta manera aporta a la colectividad una mirada más amplia de la realidad, rompiendo con ciertos dogmas sociales que impiden el libre desarrollo individual del ser sanmariano. Como el mismo Jung postula, la finalidad de la individuación es: liberar el sí- mismo de envoltorios postizos de la persona y del poder sugestivo de las imágenes inconscientes (enfermedades mentales, inspiraciones creadoras y convenciones religiosas). De esta manera, Larsen apertura un reconocimiento somático de los hombres extrayéndolos de su posición sesgada de máscaras como imagen ilusoria del ser encerrado en un ente social sin intimidad. Como Jung nos muestra, no es difícil imaginarnos a nosotros como “persona”, sin embargo, excede de nuestra capacidad explicarnos lo que somos como “si-mismo”. El Junta a través de sus acciones permite una visión más clara del hombre fuera de su compromiso social, como un ente débil, que más que acechado por sus necesidad corpóreas, huye de su soledad.

Considerando a Santa María como una ciudad excesivamente religiosa, provoca compensaciones mitológicas que pueden ser de dos tipos: legítimas e ilegítimas. Las legítimas surgen de una profundísima necesidad individual, mientras que las ilegítimas no son más que una curiosidad intelectual o intentos de una deserción de una realidad desagradable. En el caso de Larsen empieza siendo la segunda, pero pronto se convertirá en la primera:

“Al principio había sido aquella grosera cosa, aquel oficio de veinte años que trataba de satisfacer un orgullo, también grosero, instintivo, con todo lo que pudiera obtener gratis de las mujeres. Después, no se sabe cuándo, tan evidente como la pubertad, una dolencia o un vicio, segura, instalada para siempre apareció la vocación.[9]

Así a través de su inconsciente, Larsen aspira a su individuación a un contexto de orden colectivo que le permita la realización de su sí-mismo. Larsen se constituye entonces, como un hombre de inventiva creadora, que a través de la casa de la costa, el prostíbulo, inaugura una mentalidad nueva ante las diferencias, una liberación del ser desde sus formas más oscuras.

Pero este inconsciente personal de Larsen que actúa de manera instintiva, se verá pronto truncado por el inconsciente colectivo sanmariano, que, viéndose atacado en sus cimientos, luchará para conservarse y logrará expulsar a Larsen de Santa María.

“Todo estaba perdido porque había terminado, casi sorpresivamente, la historia única, insustituible de aquel hombre llamado de varias maneras, llamado Junta, y que él, sin conocerlo, podía vanagloriarse de conocer mejor que nadie.”[10]

En “El astillero”, empieza la decadencia de Larsen. Habiendo agotado su sueño, regresa a Santa María para trabajar en el Astillero del viejo Petrus.

“El olfato y la intuición de Larsen, puestos al servicio de su destino, lo trajeron de vuelta a Santa María para imponer el ingenuo desquite de imponer nuevamente su presencia a las calles y a las salas de los negocios públicos de la ciudad odiada. Y lo guiaron después hasta la casa de mármoles, goteras y pasto crecido, hasta los enredos de cables eléctricos del astillero.” [11]

En esta novela, Larsen se aboca a cumplir con su destino, habiendo perdido la individuación, no le queda más que acatar los designios del inconsciente colectivo, después de haber perdido toda esperanza, abocarse al fracaso. Por eso, empieza a trabajar en un astillero casi inexistente, en la ruina del viejo Petrus, donde él simplemente se convierte en un medio para la realización de las voluntades de Brausen; después de ser parte de una existencia absurda, de encontrar a Angélica Inés y compartir espacios vacíos que no llegan a juntarse, de visitar al viejo Petrus en la cárcel, de entablar cierta amistad con Gálvez y sentir un extraño amor por su mujer, cuyo embarazo lo empujará a huir, se entrega a la muerte, perpetrando así su derrota, pronosticada cinco años antes por los habitantes de Santa María,

“Hace cinco años, cuando el Gobernador decidió expulsar a Larsen (Juntacadáveres) de la provincia, alguien profetizó, en broma o improvisando, su retorno, la prolongación del reinado de cien días, página discutida y apasionante –aunque ya casi olvidada- de nuestra historia ciudadana”
[12]

por ese inconsciente colectivo que mata los amores irrealizables, la posible soledad del individuo, dentro de un reconocimiento con la muerte.


Comunidad vs Sociedad:
Una lucha del prostíbulo contra la sociedad de Santa María


Ahora trataremos el tema de la lucha entre comunidad vs sociedad, según la Teoría de Masas de Elias Canetti presentada en su libro “Masa y Poder”.

Canetti, empieza su texto postulando el temor del hombre por ser tocado, como hemos visto anteriormente, en Santa María, de una manera especial, experimentamos esta sensación, los personajes están tan profundamente aterrados con el roce que cada uno erige su propia realidad. Segun Canetti, sólo en la masa el hombre puede ser librado de este temor. En cuanto nos abandonamos a la masa, dejamos de temer su contacto.[13]

Canetti hace una clasificación de Masas. Y su primera distinción es la de masa abierta y masa cerrada. Como sabemos la característica suprema de la masa es su impulso a crecer; y en la masa abierta este impulso de crecimiento no tiene límites prefijados. En cambio, la masa cerrada renuncia al crecimiento y se concentra en su permanencia. Así, vemos como Santa María es una masa cerrada, porque no habilita un crecimiento, por el contrario, es extremadamente rígida cuando se trata de admitir nuevas personalidades dentro de su núcleo.

En cualquier ambiente social, las diferencias importan, la vida del individuo está hecha de distancias, las separaciones son claras, por ejemplo, entre las prostitutas y Medina, el comisario, o entre el padre Bergner y Julita Malabia; pero la masa posibilita una igualdad que permite mirar a Santa María como un concepto que se recrea a través de sus personajes, sin entregarles una individualidad, sino, más bien, usurpando su condición de seres humanos para convertirlos en móviles del inconsciente sanmariano, productos de un legado que los sumerge a todos en la mismo desenlace: la muerte.

La masa cerrada se preocupa por permanecer, es por eso, que surge el “sentimiento de persecución”, que es la sensibilidad e irritabilidad que experimenta la masa frente a sus enemigos. Una clara muestra se da en el Juntacadáveres, a través de “La Acción Cooperadora” conformada por las mujeres que ven en el prostíbulo una amenaza contra su integridad, ya que consideran la casa de la costa como una amenaza ante el sistema marital al que están acostumbradas. Entonces, empiezan a sabotear el proyecto del prostíbulo, mandando cartas anónimas, elaborando panfletos que amenacen el prestigio de aquellos que acudan a la casa de la costa.

En esta escena, podemos ver claramente la lucha entre la comunidad y sociedad también planteada por Jung, cuando se refiere a que es en la comunidad donde el individuo puede realizarse, mientras que en sociedad tiende a alienarse y ser un instrumento más del inconsciente colectivo, sin lograr propiamente una liberación.

Retomando Canetti, el individuo que realice funciones despreocupadas se le dejará hacer, mientras que, aquel que se haga notar comenzará a ser perseguido, odiado y temido. Este es el caso de Junta y María Bonita, ambos se distinguen por la naturalidad con la cual ejercen su posición de comunidad, donde comparten sus proyecciones más propias e interaccionan en un ambiente separado del resto que los unifica y a la vez les permite ser.

La casa de la costa representa la comunidad, el espacio abierto donde la persona puede dejar de lado su “máscara” y desenvolverse con espontaneidad. Una clara mirada a esta realidad es la identificación secreta tanto de Jorge Malabia como de Marcos Bergner, al verse envueltos en un ámbito tan diferente, que de alguna manera quebranta su ley, la de la familia aristocrática de Jorge y el legado clerical del tío de Marcos, el padre Bergner. Santa María en cambio, es la imagen de la masa cerrada que se siente amenazada por este derroche de libertad, que atenta contra el espíritu masivo de la provincia. Al verse ante posibles enemigos la masa busca “alimentarse” a través de una unificación, un desprecio implícito a aquellos que buscan instaurar una nueva noción: la comunidad. La iglesia se convierte en una institución que respalda la masa, en la cual reside la base para expulsar la herejía de la libertad. La ciudad perdida se constituye como el rebaño obediente que se guía por el buen pastor que sería el cura Bergner. La masa termina por aplacar al prostíbulo, eliminando toda posibilidad de convivencia y arrastrando a sus enemigos a partir. Así, la sociedad vence a través de la restitución de su imagen absorbiendo a la comunidad y a sus individuos; como posteriormente sucederá con Larsen en el astillero, logra hacer de sus enemigos parte de esta masa.

En Santa María confluyen dos tipos de masas, las masas cerradas y las masas invisibles. Dentro de las masas invisibles se encuentran “los muertos”. Los sanmarianos conviven con sus muertos y comparten su realidad, la muerte para sus habitantes es una representación de un destino que tarde o temprano los va a acoger. Los muertos son parte de las historias, parte de la masa, pues la refuerzan. Es este temor a la muerte lo que sostiene al resto de habitantes dentro de la masa, por eso, la religión tiene una vigencia mayor en la ciudad perdida, pues entienden la repercusión de sus actos, de su individuación cuyo destino es la muerte. Saben de las amenazas de distinguirse, siendo masa, en la muerte también constituyen una concentración que les quita el temor, pero a través de su individualidad, perpetúan su soledad más allá de la muerte. Son pocos los que aceptan esta carga de soledad, los otros prefieren confundirse entre sí. Sólo un Larsen, una Moncha, una Rita, un Díaz Grey, son capaces de reconocerse como entes solitarios que si bien fueron derrotados por la masa, no pertenecen a ella, se diferencian.



La Babel perdida: las masas cerradas en descomposición

La palabra babel (puerta de Dios o de dioses) se entretejió con un vocablo hebreo de parecida fonética (derivado de balal, ‘confundir’)[14]; así cuando pensamos en Babel, se nos ocurre la imagen bíblica de la torre de Babel, donde los hombres deciden construir una torre tan alta que llegue al cielo y así estar a la altura de su Dios. Pero su Dios les confiere una lengua distinta a cada uno y de esta manera les es imposible la construcción de la torre, puesto que los diversos lenguajes los confunden. Santa María erige una construcción simbólica similar a través de los múltiples intentos de sus personajes por derrotar a Brausen, por ser ellos quienes escriban las historias, quienes se sientan libres de alcanzar una intencionalidad propia que les permita la delimitación de la ficción en la que habitan.

“Tírese a la cama, invente usted también. Fabríquese la Santa María que más le guste, mienta sueñe personas y cosas, sucedidos.”[15]

Larsen, después de muerto le da esta instrucción a Medina en la novela “Dejemos Hablar al viento”, donde Santa María llega al cenit de su existencia, ante el impulso de destrucción que siente el comisario. Ese odio hacia Brausen, le hace tratar de escribir su propia historia a través del incendio de Santa María, pues al quemar la ciudad conceptual de Brausen, al eliminar la creación estaría reduciendo a Brausen a un simple mortal, y de esta manera cobraría su venganza.

A Medina lo acomete un impulso de destrucción, provocado por la misma masa, al destruirla siente que destruye a la vez sus límites, y como plantea Canetti, el más impresionante de todos los medios de destrucción es el fuego. Este es justamente el elemento que utiliza el comisario con ayuda del Colorado para destruir Santa María.

El fuego constituye un símbolo de masa, se propaga es contagioso e insaciable. Lo que pertenecía independientemente es unido por el fuego[16] como plantea Canetti. Es curioso como es que si bien la intención de Medina es liberarse, lo hace a través de un símbolo de masa, quiere matar a la masa, para matar a su dios, pero ese dios se encuentra tan dentro de él, de su inconsciente colectivo, que lo limita. Las llamas en Santa María no causaron mayor destrozo como cuenta Díaz Grey en “Cuando ya no importe”, nadie murió en el incendio de Santa María y la más perjudicada fue la tienda del Judío, que después de subir los precios bajo el nombre “mercadería salvada del incendio” vendió todo lo que quiso:

“Porque la gente es imbécil sin límites y los Sanmarianos un poco más.”

Entonces, si bien en “Dejemos hablar al viento”, se empieza el inicio de la descomposición de Santa María, al menos desde la concepción de Brausen, no es por el atentado que Medina plantea de destruir a su dios y su creación; sino porque Santa María también pertenece al curso de las cosas de su inconsciente colectivo, tiende al fracaso. Porque su Dios no llega a amarla en la realidad sino en la misma ficción, y por ese amor irrealizable, también la destruirá, la dejará morir, carcomida por el mismo impulso que la hizo seguir la retroalimentación del fracaso y la esperanza.


Diaz Grey: el suicidio del Dios – EL GRAN MANÁ

La sociedad experimenta la necesidad de una figura que actúe mágicamente y se sirve del vehículo del poder de uno solo y de la sumisión de muchos[17]: La personalidad Maná, un ser lleno de cualidades ocultas, estas cualidades proceden de una ingenua proyección del inconsciente. Díaz Grey es la proyección del Dios Brausen, entonces Brausen constituiría su inconsciente.

El doctor es el primer personaje creado por el dios, es por eso que la constante en todos los cuentos de Onetti que tienen lugar en Santa María es Díaz Grey. De la misma manera, la representación de la esposa de Brausen, Gertrudis, es Elena Sala. Aquí podemos ver una interconexión entre el inconsciente que constituiría “La realidad” en la que viven Brausen y Gertrudis y el consciente que sería “la ficción” donde existen Díaz Grey y Elena Sala. Elena es el primer personaje en morir en Santa María y Díaz Grey, el último. Así, la realidad sanmariana nace del conflicto que sufre Brausen cuando se entera de que a Gertrudis le van a operar el ceno izquierdo…

“Ablación de mama. Una cicatriz puede ser imaginada como un corte irregular practicado en una copa de goma. (…) También puede pensarse como sería quince días después, un mes después de la intervención, con una sombra de piel que se le estira encima, traslúcida, tan delgada que nadie se atrevería a detener mucho tiempo sus ojos en ella.”[18]
Es a partir de este desencuentro que Brausen empieza a crear…

La personalidad Maná como dominante del inconsciente colectivo[19]: Díaz Grey como la extensión de Brausen en Santa María, el doctor que a los 30 años encarna la derrota.

El Maná es el arquetipo del hombre poderoso en forma de héroe, de cacique, de curandero y santo, sueño de hombres y espíritus, amigo de Dios. Díaz Grey es el Maná justamente por su condición de antihéroe que en la narrativa de Onetti equivale al héroe. El doctor sanmariano simboliza el conformismo que deviene al fracaso, el doctor conoce los finales, participa de ellos. Él no solamente es amigo del Dios, sino que es el Dios mismo, la representación del Dios. Siendo el primer personaje imaginado en Santa María, no tiene recuerdos, y esa ausencia de recuerdos, de nostalgia, lo hace superior a los demás, logrando dominar “pasivamente” Santa María porque él es Santa María.

En Díaz Grey se produce un conflicto, si bien es el Maná, también es la personalidad Maná que busca la predominancia del yo, hacer de los contenidos inconscientes, contenidos conscientes. Él es la representación del Dios, pero también es uno de los ciudadanos que interactúa con el resto de personajes sanmarianos, y siendo tal, también aspira a los imposibles, y ama a la hijastra de su esposa Ángelica Inés, a la que se niega a abortar, en “Cuando ya no importe”. Elvirita huye de Santa María y esta perdida del objeto de deseo, le produce la nostalgia de la cual lo absolvía la ausencia de recuerdo, así, el mismo Dios es parte del inconsciente colectivo que ha elegido y opta por el suicidio.

Díaz Grey se suicida porque más allá de ser el arquetipo del Dios, es el hombre, y como ser humano, como sanmariano sucumbe a la desesperación de verse utilizado por su dios, de saber de antemano que va a fracasar, y también quiere rebelarse ante el Dios que tanto lo atormenta que es, en realidad, él mismo.

Díaz Grey se pierde en la soledad como el resto de sus personajes, su amor es un amor solitario, y esta soledad lo hace caer en un laberinto del que no puede escapar, huye de su condición, pero siempre regresa a ser él mismo.

El Dios se mata a sí mismo porque no aguanta ser Dios, porque él también, ejerce la esperanza a través de sus personajes, y su fracaso es su propia muerte y la muerte del dios lleva consigo la eliminación del concepto de la babel perdida. Si bien babel no llega a igualar a su dios, no llega vencerlo; por lo menos, lo reduce a su propia condición, lo elimina, lo destruye, muere con él. Santa María constituye una babel invertida puesto que no alcanza al Dios, pero si logra que el Dios se reduzca hasta ella, y así, muera, muera en su pretensión de poseerlos, de hacerlos débiles imposibles, de recrearlos para el fracaso.

La llamamos la babel perdida, porque Santa María no existe; se encuentra en ningún lugar y en todas partes: en nuestra humilde condición de seres humanos sujetos a los designios de la divinidad, que aunque no exista, nos ha legado el testamento de la muerte. Por eso, deseamos la eternidad, amamos las cosas que no existen y en habitamos un lugar como Santa María, en cuyo mapa se ejerce la práctica de la esperanza y el sabor de la derrota, nuestra derrota ante la utopía de la inmortalidad.
[1] Son colectivos todos los instintos fundamentales, las formas fundamentales de pensar y de sentir.
[2] Manifiesto Nihilista. Gonzalo Arango.
[3] La vida Breve. Novelas I. J.C. Onetti

[4] Indivuación: conversión en el individuo . El yo y lo inconsciente. C. Jung
[5] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[6] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[7] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[8] “Cumplimiento mejor y más completo de los destinos colectivos del hombre, guardando un respeto al carácter particular del individuo, se puede esperar de él un mejor rendimiento social. Pág. 26.
El yo y lo inconsciente. C. Jung
[9] Juntacadáveres Novelas II. J.C. Onetti

[10] Juntacadáveres Novelas II. J.C. Onetti
[11] El astillero. Novelas II. J.C. Onetti
[12] El Astillero. Novelas II. J.C. Onetti
[13] Masa y Poder. E. Canetti
[14] Prólogos de la Biblioteca de Babel. J. L. Borges
[15] Dejemos hablar al viento. Novelas II. J.C. Onetti
[16] Masa y Poder. E.Canetti
[17] El yo y lo inconsciente. C. Jung
[18] La vida Breve. Novelas I. J.C. Onetti
[19] El yo y lo inconsciente. C. Jung


Bibliografía:

-BORGES, Jorge Luís. Prólogos de la Biblioteca de Babel. Madrid: Alianza Editorial. 1995.
-CANETTI, Elias. Masa y Poder. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.
-JUNG, Carl. El yo y lo inconsciente. Barcelona : Luis Miracle. 1936.
-ONETTI, Juan Carlos. Novelas I. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.
-ONETTI, Juan Carlos. Novelas II. España: Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 2002.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chicos díganles a sus profes desfasados que Jung ya fue. Todos los artículos lo citan como si fuera una autoridad para la crítica literaria, en todo caso es a Lacan al que más le interesa la literatura. Esto es cualquier bodrio menos crítica de literatura, hasta parece una broma intelectualoide.

Anónimo dijo...

"se empieza el inicio " argh, no solo les falta un buen manual de citas, un MLA urgente, sino también un manualito para la redacción.

Me voy molesto de la página.