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lunes, 5 de mayo de 2008

****Ficción como alter-espacio y el mundo emergente: una forma de comprendernos

Alumno: Alberto Salas Oblitas.
Curso: Trabajo ganador del concurso estudiantil para ponencia en el "I Congreso Iberoamericano de Lectura y Literatura"UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN-AREQUIPA, PERÚ.
Año: 2008


Nota preliminar

El presente es un trabajo de apertura brindado como ponencia en el “I Congreso Iberoamericano de Lectura y Literatura” realizado en Arequipa-Perú. Se han de realizar las preguntas y reconsideraciones pertinentes. Por mi parte, espero ampliar el marco teórico en el futuro para obtener un discurso más delucidador y completo. Quedan abiertos, además, los sentidos que se puedan obtener con una distinción entre alteridad y otredad -muchas veces usados como sinónimos- cuestión que por ahora queda abierta…

El autor


Ficción como alter-espacio y el mundo emergente[i]: una forma de comprendernos



Hay que entender “alteridad”[1] como condición de no ser el Mismo, como condición que no permite ser reducido a categorías y conceptualizaciones ajenas. Condición de la cual, el “ansia de poseer” (persistencia en el ser) y su correlato el “ansia de poder o dominio” -poder que realiza la violencia al no poder negar esta condición irrenunciable- buscan hacer su presa.

Por tal condición, ha de darse el derecho a no ser juzgado ni sojuzgado. Derecho que no debe entenderse como renuncia a intentar comprender al Otro, sólo se busca decir que la excepcionalidad, la “alteridad”, es anterior a cualquier conceptualización o categorización, aún a los conceptos “diferencia” y “diversidad”[ii] porque estas sobreentienden a la “Conciencia de”.

Si tenemos en cuenta, antes que nada, la condición directa, pre-intencional del Otro como alteridad -excepcionalidad- podremos, por fin, acceder a la “humildad”, admitir de antemano que el Otro[iii] no es un objeto que podamos hacer nuestro, que nunca podremos aprehenderlo en su excepcionalidad. “Humildad” necesaria para emprender una posible comunicación y entendimiento.

Al llevar esta concepción de “alteridad” (condición de lo distinto, excepcional) a la literatura podrían perfilarse tres aspectos. El primero, tendría que ver con la alteridad del mundo ficcional frente a la realidad factual, histórica. El segundo, con la perenne alteridad (excepcionalidad) del individuo que participa de las prácticas literarias; sea escritor, lector, traductor, crítico, enseñante, etc. El tercero, con la alteridad de las culturas donde los discursos ficcionales se legitiman como “literarios”.

El primer aspecto de la alteridad en Literatura tiene que ver con la alteridad del mundo ficcional frente al mundo actual, social e histórico.

El estatuto ficcional[2], es el del fingimiento (porque finge actos, espacios, etc. haciendo “como sí” se dieran o hubiesen dado), lúdico (porque establece sus propias “reglas de juego” distintas a las de la “realidad”), compartido (porque se instituye dentro de una sociedad donde todos entienden su estatuto y participan de la ficción), todo ello con el fin de crear un mundo “alter” del real.

Se debe reconocer la alteridad de la literatura frente al “mundo real” porque antes de establecer cualquier diferencia, similitud, etc. entre ambos mundos, debemos concebirlos como alternos; esto es “excepcionales”[3], “distintos”… en general uno frente al Otro[iv].

Esto no excluye que existan parecidos, muchas creaciones ficcionales juegan con los parecidos entre un mundo y el otro. Sin embargo, estos parecidos (todos) no apelan a un referente externo sino a los contenidos representacionales, a nuestra actitud y aptitud representacionales… Es decir, a nuestra voluntad y capacidad de participar en las ficciones. Aquí, es inprescindible distinguir entre el parecer y el aparecer. El último ligado al “Conocimiento De” y al “Ser”. El primero, ligado a una relación entre la cosa y su representación, relación que queda como pura relación, en la ausencia de la cosa y la opacidad de su imagen, de su representación.

Esa misma capacidad que utilizamos para participar de las ficciones, la utilizamos para el aprendizaje temprano y la invención. Imaginar y crear, son tareas indispensables que nos preparan para desarrollar otras competencias relativas, como la de realizar modelizaciones nomológicas (matemáticas) o la de crear cosas nuevas con el uso prospectivo de la simulación (invención)[4]. Al respecto no sorprende que muchas veces sea “la realidad la que imita a la ficción”[5].
La facilidad de llevar lo vivencial[v] a lo representacional y de ahí a la representación ficcional ha hecho que muchas veces busquemos en la literatura “consejos” para vivir bien, incluso hemos creado discursos ficcionales que pretenden dar ese tipo de “enseñanzas”. Seguro habremos escuchado a alguien decir que aprendió más sobre la vida en una obra literaria que en un libro de historia pero ello no se debe a que la literatura busque explicar la realidad sino a que toda su realidad es humana[vi].

El segundo aspecto a ser tratado debe ser la relación de alteridad entre todos los participantes de la actividad ficcional literaria[vii]. Me referiré a la alteridad ficcional literaria basada en la excepcionalidad del lector, autor, crítico, etc.

Es ampliamente conocido que la representación ficcional: literatura, al hacer uso de un vehículo representacional: lenguaje, apela a la capacidad del lector quien hace uso también de sus propia actitud y competencia representacionales para poder participar de la ficción. Sin embargo, al tener que usar sus propios contenidos representacionales (algunos íntimamente vinculados a sus vivencias) re-crea ése mundo creado ya por el autor. Surgiendo así, las distintas “lecturas” que se pueden hacer de un texto literario, “lecturas” posibles como los sentidos de un destino dado ya desde lo dicho (lo literal) que subducimos hacia nosotros cuando relizamos la lectura, invocamos las imágenes o representaciones y las vivimos como sensaciones, emociones, etc.

La idea que plantemos aquí es que; cuando uno de los participantes apela a sus contenidos representacionales, subduce “lo dado” hacia sí, haciéndolo parte de él mismo, de sus contenidos representacionales y sus vivencias. Sin embargo, la condición de alteridad de la literatura nunca es cuestionada por el lector -al menos no durante la lectura- quien deja lo literario dentro de lo debatible o de lo vivencial (quien ve en la literatura una oportunidad de sumergirse y disfrutar o conmoverse como si estuviese lanzándose de un avión en pleno vuelo). En este aspecto, el rol del crítico suele ser problemático, muchas veces no se limita a dar una opinión interesante, planteándonos “Otra lectura”, sino que trata de aprehender el libro como un Objeto para su Conocimiento de…

Sin embargo, es el público quien legitima la labor de la crítica y es la crítica la institución que trata de regular lo dicho y sus formas, el decir y su interpretación. Labor que desprovista de “humildad” sólo refleja el empoderamiento y la violencia de la persistencia en el ser… voluntad de que el texto literario, como disidente, vuelva al seno de Lo Mismo.

Ésta disidencia de la literatura como un decir nunca Lo Mismo o de lo Mismo no es sino la alteridad de la literatura en cuanto a sus participantes. Alteridad que favorece la formación democrática[6], alimenta el criterio y subvierte las posiciones de los que colocándose como intermediarios entre el lector y el libro, no hacen más que poner en evidencia esa voluntad de limitar (persistencia en el ser) lo que podríamos leer, sentir y vivir… es la perenne intensión de negarnos la alteridad, condición innegable que se desata en violencia ante la imposibilidad de negarla efectivamente.[7]

De aquí también quiero desprender que la literatura “trasciende”[viii] hacia el individuo, no hacia el mundo referencial porque es ficción, ni a lo que “la sociedad” o lo que las condiciones políticas imponen… Ella hace al autor y al lector, cómplices y partícipes, favorece un espacio humano para “decir y escuchar”, absuelto de la rigidéz de los dogmas, las imposiciones o la opresión del “mundo real” mucho más frio y ajeno.

Antes de pasar a la última consideración sobre la “alteridad” de la literatura. Quiero establecer mejor, el uso del término “subducción” por el cual quiero dar a entender: El adentramiento de lo dado, desde la vivencialidad o la ficcionalidad através del individuo partícipe de la actividad ficcional (escritor IE o lector IL) hacia, bien sea, una condición ficcional o una condición vivencial, cercana y “posible”…de Otro modo que “estar en el mundo”, “estar con las cosas”.

Para expresarlo mejor -valga la analogía- “Subducción” es un término utilizado, en geología, para hablar acerca de las placas tectónicas adyacentes, donde una de ellas se hunde bajo la otra. “Subducción”, me parece, puede cargar con el sentido que quisiera brindar aquí: la literatura brinda más de lo que dice siempre supera al enunciador, siempre supera al receptor… por eso equivale a subducir el mundo aveces incomprensible de nuestras vivencias hacia el mundo siempre interpretable de la ficción. Así, la adyacencia de ambos se hallaría en nuestros contenidos representacionales y la “zona de subducción” (franja donde una placa desciende bajo la otra) sería el propio individuo, su actitud y aptitud representacionales, sus vivencias.

También, “Subducción” es un término que me permite jugar con “Alteridad” (condición de lo alterno o distinto). Resulta que “Alternar”: “dadas dos posibilidades de situación, primero en una, luego en otra y así sucesivamente”; me ayuda a perfilar otra idea… la de que el mundo donde “soy” y muchas veces “tengo que ser” el cual asumo en la vivencialidad (positiva o negativamente) puede alternarse con el mundo ficcional donde “puedo vivir… sin Ser”[8] configurando Otra vivencia (que es vivencia pero De Otro modo que la asumida desde la experiencia con el mundo social e histórico), sin que ambos se confundan ni se caiga en el equívoco de ver la literatura como “representación de la realidad”… Todo ello através de un proceso incesante de subducción donde también hay “afloramiento” del mundo subducido. “Afloramiento”, “emerger”[ix] del mundo ficcional como posibilidad através de lo vivencial.

Si hay Otra vivencia en la literatura, distinta a la vivencia desde la sociedad o la historia, distinta a ésa que establece un acuerdo entre el pensar y el obrar, alrededor de la cual construimos nuestro sistema holístico de creencias acerca del mundo; es que hay una alter-ación de ésa vivencialidad, así como de nuestro sistema representacional[9]… En ambos casos la distinción entre lo ficcional y “lo real” se da a un nivel conciente (por el hecho que sabemos se trata de una ficción). Esto evita que confundamos un espacio literario con el espacio de un objeto real o un personaje con una persona; sin embargo, la distinción no se da en cuanto ambos comparten la representacionalidad y el ámbito interno e íntimo de la vivencialidad[x]. Así experimentamos el “como sí” de la literatura.

Ahora, tocaré el último aspecto sobre la alteridad en la literatura. Qué sucede cuando textos “alter” de Otras sociedades o culturas llegan a “nuestra mesa literaria”. La constatación del Otro[xi], como lo dijimos al comenzar la ponencia, de lo humano (de la vida y de la muerte), previo a cualquier “Conocimiento de”, prejuicio o enjuiciamiento.

Lo cierto es que nunca consideramos al Otro desde esta constatación primera e insobornable, tampoco sus ficciones. Siempre estamos preocupados en comprender, asimilar…“conocer” hacer del Otro mero objeto de conocimiento. Lo peor es que los más “reflexivos” de nosotros (los intelectuales y críticos) muchas veces no hacen más que robustecer los prejuicios (y malos juicios)… la curiosidad hacia el Otro como “folklore” o como diversidad pero siempre como “diversidad de Ser”. Debemos empezar Desde Otro modo que Ser: lo humano y la alteridad. De allí, nos empezaremos a preguntar, recién, cómo es que podría Ser… Allí, evidentemente, la ficción nos da la mano.

El carácter lúdico de la literatura permite “poner entre paréntesis” o mejor, suspender, las reglas y todo lo que implican (conceptos, juicios, creencias) utilizadas para orientarse en el mundo social e histórico; ya que todo juego implica sus propias reglas. La literatura tiene sus propias reglas de juego, todas y cada una de sus producciones también. Hay que recordar que la suspensión no implica desaparición, así se puede desarrollar el cuestionamiento, “Si esto puede ser así aquí (en la literatura), ¿podría ser allí (en el mundo social, histórico)?”

Si reconocemos el derecho de las Otras literaturas a No ser en nuestros términos sino que las aceptamos De Otro modo que ser, si aceptamos entrar en sus ficciones y nos dejamos llevar, por inmersión, a sus acontecimientos y personajes… podremos experimentarlas como vivencias pero relativas a Otro. La literatura del Otro es toda alteridad porque no sólo es un decir que me cuestiona dentro de mi cultura sino que es un decir de Otro, de Otra cultura, que me cuestiona a mí y a mi cultura.

Cómo resistir hablar, para cerrar este punto y la ponencia, de la obra Arguediana. En los términos manejados aquí… Arguedas subduce desde lo vivencial hacia sus ficciones, una carga de sentidos que no nos lleva “al indígena estadístico” sino que lleva al lector a considerar la posibilidad de que ése mundo ficcional, experimentado como vivencia, “pueda ser” de Otro modo.
Lo valioso para los peruanos es que ése mundo nos parece emerger en medio de los Andes. Efecto que nos producen los mimemas (unidades de imitación) que apelan a los mismos contenidos representacionales usados para el ande histórico, social y cultural… suspendiendo nuestros juicios y concepciones, para plantearnos Otra forma de disponer, entender y “vivir” los contenidos relacionados con él.

Así, la ficción Arguediana nos cuestiona de forma más directa que un libro de historia o economía, apela sin referir, a nuestras propios contenidos representacionales y al ámbito de nuestras vivencias para disponer los elementos bajo nuevas relaciones, acaso insospechadas… Permite hacer vivencia propia y excepcional aquella subducción de las vivencias insustituibles de Otro[xii].
Para finalizar diré que: Si la realidad es más maravillosa que la ficción es porque la ficción está más acá de lo humano.



[1] “Ética como Filosofía Primera”: Emmanuel Lévinas – París 1998/ tradución de Oscar Lorca Gómez/ “A Parte Rei” Revista de Filosofía
[2] “¿Por qué la ficción?”: Jean-Marie Schaeffer/ Ediciones Lengua de Trapo – 2002/ trad: José Luis Sánchez Silva.
[3] “Emmanuel Lévinas o lo excepcional como ética”: Claudia Gutiérrez/ Université Paris 8 Vincennes-Saint Denis/ París 21 de noviembre 2003
[4] ¿Por qué la ficción?: Jean-Marie Shaeffer/ II Mímesis: imitar, fingir, representar y conocer/ pgs. 57-59
[5] [Ibn/pgs. 59-60]
[6] “¿Para qué enseñar literatura en la nueva secundaria?”: Miguel Ángel Huamán
[7] Como la represión del régimen totalitario chino durante la revolución cultural o las quemas de libros que realizaban los falangistas.
[8] Haciendo “como si”: participando de la ficción
[9] “¿Por qué la ficción?”: Jean-Marie Schaeffer/ III La Ficción/ pg. 138


[i] “Por una parte, el hecho de representar una cosa no puede ser reducido al hecho de imitar una cosa, ni siquiera en el caso de que la representación se sirva de mecanismos miméticos. Por otra, la ficción es una realidad emergente; es decir se trata de un hecho intencional específico e irreductible a la simple adición de sus mecanismos básicos”.
Jean Marie Schaeffer: Por qué la ficción
[ii] “La inmanencia de lo conocido al conocer es ya la practica encarnada del apoderamiento, el cual no viene a agregarse como una magia a la “impotente espiritualidad” del pensar, ni consiste en asegurarle sus condiciones psicofisiológicas, sino que pertenece a la unidad del saber, donde el concebir o comprender, es o fue siempre un “tomar”, “apresar”.
Emmanuel Lévinas: Etica como Filosofía Primera
[iii] “presencia (no-intencional) que no entra en la esfera del mismo, presencia que lo desborda, fija su jerarquía de infinito”.
Emmanuel Lévinas: Totalidad e infinito
[iv] Reencuentro de la realidad humana, cercana y vivencial en la alteridad de la literatura.
[v] “Identificación del sujeto conciente con sus emociones y sentimientos, sin la polaridad sujeto-objeto propia del conocimiento//experiencia q uno integra a su personalidad” Diccionario Enciclopédico Grijalbo.
[vi] La literatura no es ontológica, es reencuentro de alguien en ella, es alteridad. Reencuentro de la realidad humana, cercana y vivencial en la alteridad de la literatura.
En la Literatura no hay sujeción del objeto al ser –gracias a su carácter ficional- sino que suspende nuestra “persistencia en el ser”, para brindarnos otra visión de lo humano-vivencial, en el poder ser de Otra forma que Ser, otra forma distinta a la re-presentación mía de la realidad y mis vivencias desde ella.
[vii] La literatura crea alteridad y es como alteridad pero supone antes una Otra intensión que suspende a la intensión del conocimiento; que consiste en usar el lenguaje para figurar un rostro o un mundo cálido, interior e íntimo… un mundo ficcional de puro reencuentro de mí y del encuentro del Otro conmigo. Conmigo pero no conmigo como ser-en-el-mundo, no conmigo como realidad, sino como imagen. Pero la literatura también es Otredad -anhelo de ser Otro- para lo cual hablo de eso Otro que imagino “ser” para que Otro pueda o no vivenciarlo… Posibilidad que se me niega en la realidad donde el Ser siempre vuelve a lo Mismo.
[viii] “Que se despliega o va más allá de su propia esencia//kant: componente aprorítico que hace posible la experiencia, pero que no es posible hacerlo trascendente, es decir, pensarlo como objeto conocido”/ Diccionario Enciclopédico Grijalbo.
[ix] “Emerger”, posibilidad que pone en cuestión el definir la literatura tanto como engagée (compromiso: Sartre) o como degagée (descompromiso, evasión: Lévinas) que nacería a partir del acabamiento en el cual el autor se borra del libro. Ver la literatura como simple “promisión”.
Porque el acabamiento se da por el Otro. El escritor acaba la obra no porque la sienta completa sino porque aunque la haya escrito y acabado -dándola como un destino- quiere que “su sentido y su vida” descansen en los Otros. Eternidad de la literatura como Eternidad de aquel que muere por el Otro. El sentido y el amor sólo se hayan en la consumación de éstos movimientos. Consumación y perpetuidad de ése destino -como libro- en alguien Otro de mí. “Consumación” en el acabamiento de la literatura, distinto a “morir” como fin del Ser en el mundo “real”.
Luego no quiero descomprometerme ni comprometerme. Si escribo, sólo deseo dejar ahí, ése Otro destino, que alguien puede tomar sin que yo se lo pida -a cambio de nada- y realizar la promisión… Ofrecimiento de realizar o dar algo acerca de lo cual no se ha pactado.
Donación al Otro através de Eso Otro del libro…
[x] Schaeffer menciona que el bebé no distingue claramente (aunque tiene la capacidad innata de hacerlo) entre él y el mundo externo. Ve todo como una proyección del Yo. Luego recién distingue “realidad” de “interior”. Ahora, cuando tratamos de aprehender la realidad exterior será acaso como para reconstituír la realidad como Yo Mismo? Si es así cuando hacemos uso de la ficción y liberamos esa in-tensión porque ya no se trataría de convertir la realidad en algo mío (en conocerla) sino llevar lo mío a ser una realidad donde me reencuentre o que lo mío sea encontrado como Otra realidad vivida.
[xi] La relación con el Otro es siempre asimétrica: El Otro me aparece en una dimensión “superior” al “mandarme” a ser responsable de él.
[xii] En este sentido, La paz nacería como responsabilidad hacia el Otro que me lleva a un diálogo cara a cara: el encuentro con el Otro y su rostro humano: reconstrucción del sentido de la vida y su consumación.
Aristóteles decia que llevábamos los conflictos a la ficción, si supendemos nuestra persistencia en el ser, y participamos de la ficción, podemos no sólo liberar nuestras emociones ni reir de nuestros temores sino que podemos encontrarnos con el Otro en lo humano, ahogar el conflicto en la promisión que se hace promesa.

Bibliografía.

-HUAMÁN, Miguel Ángel. ¿Para qué enseñar literatura en la nueva secundaria?. Lima.
-LÉVINAS, Emmanuel. Ética como la filosofía primera. París, 1998.
-SCHAEFFER, Jean-Marie. ¿Por qué la ficción?. Ediciones Lengua de trapo, 2002.

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